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¡CANTARÉ!

Mi guitarra ha sido un cincel.

Mi guitarra es ahora una pluma, un pincel, a veces un bisturí o un martillo, mañana será un taladro, una voz que murmura al inconsciente.

 

Mi arte es pureza pura. Una humilde pedantería. No dependo de él. Él depende de mí. Soy su catarsis; una voz que le grita al cielo, aunque éste no responda. No vivo de él. Él late gracias a mí. Por eso puedo decir lo que pocos se atreven decir. Si tienen oídos que escuchen. Si tienen corazón que sientan, aunque sea rabia.

Cantaré de la vejez, de la enfermedad. Cantaré del tiempo que se va, del tiempo que se fue, de las flores marchitas, del viejo árbol que van a talar. Cantaré desde la muerte; por la vitalidad perdida.

 

Por fin encontré el arte auténtico, el que no se prostituye porque no como de él. Yo soy quien lo alimenta para que viva de mí. Sin complacencias. Sin complacencias y sin remordimientos.

Ahora le grito al suelo: “¡Aquí estoy, y qué!, ¡Acéptame! ¡Tolérame! ¡O mátame!

 

Yo soy tu, o lo que no has podido descubrir, y, sin embargo sé que también como tú moriré.

 

 

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