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Hermann Hesse, un espíritu convulso

https://drive.google.com/file/d/1hCv0cn01ZOApgu_ZD-9uAIGGA8pftwj2/view

 

Hay espíritus que por las razones que sean son poseedores de una sensibilidad a flor de piel más que la mayoría de sus contemporáneos. He dicho “por las razones que sean” para no entrar a discutir si dichas razones se deben a sus condiciones existenciales que, aunadas a las colectivas (tales como las condiciones históricas, sociales y culturales), se ponen de relieve debido a sus particularidades psicológicas. Lo que significa que del todo no se puedan dejar de considerar  las “razones” innatas de cada quien. Lo que sí es claro, es que Herman Hesse fue un espíritu especial, condicionado por situaciones que compartía con sus contemporáneos,  pero permeado por otros aconteceres que lo llevaron a constituirse en su particularidad.

Nacido en Alemania en 1877, Herman Hesse  adquirió en 1923 la ciudadanía Suiza. Estudió para el sacerdocio, pero su crisis religiosa lo llevó a huir del Seminario y a un intento de suicidio.

Tras la huida del seminario monacal en Maulbronn, en 1892, cuando contaba 15 años, sus padres le llevan a un hospital privado de Christoph Blumhardt, un teólogo amigo. En ese hospital Hesse llevó a cabo un intento de suicidio, ante lo cual Blumhardt recomendó el traslado a un manicomio por considerarlo poseído por la “maldad y el satanismo”. Los padres le ingresaron en el centro de salud y cuidados de Stetten, donde permaneció cuatro meses, diagnóstico de melancolía. Hesse conseguía comportarse bien exteriormente, pero por dentro estaba descontento con su destino y escribía a casa cartas acusadoras. En octubre de 1892, Hesse fue dado de alta del centro psiquiátrico de Stetten y los padres consiguieron que ingresara en el liceo de Cannstatt, que abandonó al cabo de un año (1).

 

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Cuando se es un espíritu sensible, cualquier acontecimiento fuerte o problemático puede volver a desencadenar los sentimientos, miedos y traumas que se creían haber superado. Las nuevas heridas volverán a abrirse aunque su fluidez sea diferente. Los fantasmas resurgirán de su letargo. De nuevo, Hesse sería víctima del infortunio.

La segunda crisis grave en su vida se produjo en la Primera Guerra Mundial, que provocó graves tormentas espirituales en el sensible Hesse. Una enfermedad grave de su hijo más joven, la muerte de su padre, una crisis matrimonial y la enfermedad psíquica de su esposa Mia le empujaron a profundas depresiones. Su estado de salud estaba tan maltrecho que tuvo que interrumpir su trabajo para someterse a una cura de baños, sin éxito, y después a tratamiento psicoanalítico en la clínica privada Sonnmatt de Lucerna. Celebró 72 consultas con el Dr. Josef Bernhard Lang, un colaborador de C. G. Jung, en las que logró salir de su entumecimiento y superar hasta cierto punto la crisis (2).

 

 

 

 

La soledad espiritual

 

Toda obra de arte es el reflejo del espíritu de su creador; aunque sea como contraste. Y Hesse no se escapa a esta gran verdad. De manera explícita a través de sus declaraciones, cartas y entrevistas, o de manera implícita a través de sus obras, hay un elemento que se repite aquí y allá: el sentimiento de soledad o una filosofía de la soledad.

Desde el inicio de El Lobo Estepario, la soledad es uno de los móviles primordiales de la novela.

Oh, ¡si yo hubiese tenido ahora un amigo, un amigo en una bohardilla cualquiera, ocupado en cualquier cosa a la luz de una bujía y con un violín por allí en cualquier lado! ¡Cómo me hubiese deslizado hasta su callado refugio nocturno, hubiera trepado sin hacer ruido por las revueltas de la escalera y lo hubiera sorprendido, celebrando en su compañía con el diálogo y la música dos horas celestiales aquella noche! Con frecuencia había gustado esta felicidad antiguamente, en años pasados ya, pero también esto se me había alejado con el tiempo y estaba privado de ello; años marchitos se habían interpuesto entre aquello y esto (3).

 

Este primer acercamiento al sentimiento de la soledad está lleno de nostalgia. Pero la soledad que más duele, que más pesa, está en la soledad que se lleva a sí misma, a todos lados.

Lo que él, por un impulso muy íntimo de su ser, buscó y anheló con la mayor obstinación, logró obtenerlo, pero en mayor medida de la que es conveniente a los hombres. En un principio fue su sueño y su ventura, después su amargo destino. (…)  Así sucumbió el lobo estepario en su independencia. Alcanzó su objetivo, fue cada vez más independiente, nadie tenía nada que ordenarle, a nadie tenía que ajustar sus actos, sólo y libremente determinaba él a su antojo lo que había de hacer y lo que había de dejar. Pues todo hombre fuerte alcanza indefectiblemente aquello que va buscando con verdadero ahínco. Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que esa su independencia era una muerte, que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su objetivo, eran su destino y su condenación, que su mágico deseo se había cumplido y ya no era posible retirarlo, que ya no servía de nada extender los brazos abiertos lleno de nostalgia y con el corazón henchido de buena voluntad, brindando solidaridad y unión; ahora lo dejaban solo. Y no es que fuera odioso y detestado y antipático a los demás. Al contrario, tenía muchos amigos. Muchos lo querían bien. Pero siempre era únicamente simpatía y amabilidad lo que encontraba; lo invitaban, le hacían regalos, le escribían bonitas cartas, pero nadie se le aproximaba espiritualmente, por ninguna parte surgía compenetración con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía el ambiente de soledad, una atmósfera de quietud, un apartamiento del mundo que lo rodeaba, una incapacidad de relación, contra la cual no podía nada ni la voluntad, ni el afán, ni la nostalgia (4).

 

Suya es su soledad, la que le corroe. En el fondo, contradictoriamente quiere salir de ella para volver luego, pero parece que le es más visceralmente fácil quedarse en ella, mas Harry hará el esfuerzo por encajar, en una noche de máscaras, en el bullicio de la gran multitud, del gentío, de la muchedumbre, y entra en la algarabía del éxtasis ancestral y primitivo de la tribu.

Sin embargo, Hermann Hesse, el creador, el solitario, ha de confesar:

 "El mundo y la juventud de hoy anhelan de manera firme e incontenible lo colectivo y se contentan, tanto del lado del fascismo como del comunismo, con una comunidad bastante burda y enemiga del espíritu. Yo por el contrario he sido toda mi vida un solitario y he tenido que buscar mi inserción en la totalidad de la vida espiritual más en el pasado y en la historia que en la vida actual pues soy por completo incapaz de anexarme a cualquier forma de comunidad primitiva. Es lo que me ha llevado a ocuparme con los filósofos y los religiosos antiguos, para finalmente terminar creyendo que, también yo, pese a la soledad de mis caminos, me hallaba en conexión íntima con la humanidad(5)"

 

 

1. Schriftsteller, Maler & Nobelpreisträger: Hermann Hesse Crisis en su vida: https://www.hermann-hesse.de/es

2. Ibídem.

3. Hesse, Hermann: El Lobo Estepario, pp. 7-8.: https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxzYWRlMjAxNTIwMTZlbnA1fGd4OjRjODI5ZGI4NDJiMDg5ODU

4. Ibídem., pp. 12-13.

 5. Illan, Ramón: Hermann Hesse: Un escritor amado y odiado. Huellas, sf., p.41.: https://www.uninorte.edu.co/documents/7399101/fcabb8c4-69e9-40bd-bb71-8f669e50fb05

 

 

 

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