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El aullido del Lobo y el Demonio

 

Herman Hesse, escritor del espíritu, de la naturaleza y del arte; escritor de los más altos ideales de la humanidad; no fue siempre bien visto en todas las esferas. No todos los jóvenes que en su momento admiraron, disfrutaron y se inspiraron en el creador de Demian, lo siguieron recordando y respetando cuando llegaron a la edad adulta. Alejados ya de sus sueños y aspiraciones juveniles vieron a Hesse con otros ojos. Mas también algunos han vuelto a su nido de inspiración. Cerca de cumplir medio siglo me acerco de nuevo a Hesse. No sé por qué. Fue como un llamado silencioso del corazón, del sentido que llena al sin-sentido. En mi primer encuentro con Hesse, llegué a él quizás como la mayoría. Por los pasillos de la universidad se alababa la profunda obra existencial del Lobo Estepario. La leí. Quedé impactado. Anonadado y, sin embargo, con la sensación del vacío por no haberla comprendido en su integridad. Luego llegué a Demian, y me lamenté no haberla conocido en mi adolescencia: Hesse hablaba de mí y me hablaba a mí al mismo tiempo. Fue tal vez la primera vez que me sentí interpelado e invadido en mi intimidad por un libro. El resto de sus obras fueron llegando poco a poco, pero ya había sido rodeado por su atmósfera. Mucho tiempo pasó hasta encontrarme escribiendo sobre el maestro a quien le debo mucho. Y me enfrento a cosas que ahora creo comprender mejor. Demian es una obra maestra dirigida a jóvenes. No crean los adultos que Hesse estaba pensando en nosotros. Él tenía claro su público meta. Caso contrario es El Lobo Estepario ¡otro gran título! A sus 48 años inició la empresa por concretarlo, con la idea de publicarlo antes de su suicidio proyectado a los 50. Yo también he abrigado por décadas la idea del suicido. Ya verán. El Demonio y el Lobo aúllan en la oscuridad, de luto por la injusticia divina que cayó sobre Caín.

Los jóvenes espíritus melancólicos vuelan respetuosamente atesorando sus buenos recuerdos por Hesse. Pero los adultos experimentan por siempre sentimientos encontrados. Generalmente despreciado por la generación belicosa entreguerras, le llaman traidor y cobarde por sostener y promulgar una actitud pacífica. El choque de  la primera guerra mundial lo llevó a unirse a Romain Rolland en sus actividades anti bélicas, demostrando así su ‘rango’ de pacifista coherente.

A un año después de concluida la Primera Gran Guerra;  en Demian (1919) se pronostica, mientras se hace alusión a la relevancia mística de los sueños, lo que es claro para la aprehensión de Hesse, es decir, el arribo de la Segunda Guerra Mundial:

Yo distingo bien los sueños que me anuncian movimientos de mi alma y los otros, muy raros, en los que se presagia el destino de toda la humanidad. He tenido pocas veces sueños de éstos, y nunca uno del que pudiera decir que ha sido una profecía y que se haya cumplido. Las interpretaciones son demasiado vagas. Pero de una cosa sí estoy seguro. He soñado algo que no sólo me atañe a mí (…) desde hace varios años he tenido sueños de los que he sacado la conclusión o el presentimiento -o como quieras llamarlo- que me hacen intuir que se acerca la destrucción de un mundo viejo. Primero fueron atisbos imprecisos y lejanos; pero cada vez se han ido haciendo más concisos y potentes. Aún no sé más que se avecina algo grande y terrible que me concierne. Sinclair, vamos a vivir lo que hemos discutido más de una vez. El mundo quiere renovarse. Huele a muerte. No hay nada nuevo sin la muerte. Es más terrible de lo que yo había pensado (1).

 

En El Lobo Estepario podemos entrever una especie de referencia biográfica del autor cuando se opuso a la guerra y al nacionalismo, haciendo un llamado a la autocrí­tica, pero al mismo tiempo presagia los tiempos terribles que vendrán. En esta novela de 1927, también vuelve a pronosticar lo que para él es inminente: La Segunda Guerra Mundial, dejando aflorar su pesimismo.

Un par de veces he expresado la opinión de que todo pueblo y hasta todo hombre aislado, en vez de soñar con mentidas «responsabilidades» políticas, debía reflexionar dentro de sí, hasta qué punto él mismo, por errores, negligencias y malos hábitos, tiene parte también en la guerra y en todos los demás males del mundo; éste acaso sea el único camino de evitar la próxima guerra. Esto no me lo perdonan, pues es natural que ellos mismos se crean perfectamente inocentes: el káiser, los generales, los grandes industriales, los políticos, nadie tiene que echarse en cara lo más mínimo, nadie tiene ninguna clase de culpa. Se diría que todo estaba magníficamente en el mundo..., sólo yacen dentro de la tierra una docena de millones de hombres asesinados. Y mira, Armanda, aun cuando estos artículos difamatorios ya no puedan molestarme, alguna vez no dejan de entristecerme. Dos tercios de mis compatriotas leen esta clase de periódicos, leen todas las mañanas y todas las noches estos ecos, son trabajados, exhortados, excitados, los van haciendo descontentos y malvados, y el objetivo y fin de todo esto es la guerra otra vez, la guerra próxima que se acerca, que será aún más horrorosa que lo ha sido esta última. Todo esto es claro y sencillo; todo hombre podría comprenderlo, podría llegar a la misma conclusión con una sola hora de meditación. Pero ninguno quiere eso, ninguno quiere evitar la guerra próxima, ninguno quiere ahorrarse a sí mismo y a sus hijos la próxima matanza de millones de seres, si no puede tenerlo más barato. Meditar una hora, entrar un rato dentro de sí e inquirir hasta qué punto tiene uno parte y es corresponsable en el desorden y en la maldad del mundo; mira, eso no lo quiere nadie. Y así seguirá todo, y la próxima guerra se prepara con ardor día tras día por muchos miles de hombres. Esto, desde que lo sé, me ha paralizado y me ha llevado a la desesperación, ya que no hay para mí «patria» ni ideales, todo eso no es más que escenario para los señores que preparan la próxima carnicería. No sirve para nada pensar, ni decir, ni escribir nada humano, no tiene sentido dar vueltas a buenas ideas dentro de la cabeza; para dos o tres hombres que hacen esto, hay día por día miles de periódicos, revistas, discursos, sesiones públicas y secretas, que aspiran a lo contrario y lo consiguen (2).

Herman Hesse fue un fuerte enemigo del Pangermanismo o un pacifista coherente, que es denunciado como traidor por los partidarios  de la guerra, lo que, según algunos críticos de su obra  “puede explicar el premio Nobel que le fue concedido en 1946 como para señalar en él, viejo, enfermo y casi ciego, a uno de los pocos alemanes que han permanecido fieles a la tradición de la libre cultura”. Sin embargo, dicha opinión es muy deliberada, pues a pesar de  que los premios nobel de literatura –así como todos los otros premios nobel– están condicionados por el rumbo político de la época social en la que se vive, no deja de ser ésta una opinión superficial y prejuiciada que no toma en cuenta la alta calidad estética-literaria de la obra de Herman Hesse.

1. Hesse, Hermann: Demian 2., pp..61-62

2. Hesse: El Lobo Estepario 2., pp. 47-48.

3. Prampolini, Santiago. Historia Universal de la Literatura. Uteha, Argentina, Buenos Aires, p.262.

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