top of page

 

DEL JEFE DE ESTADO

20 de abril de 2010

 

 

 

 

Desde la ironía indignada

 

Desde tiempos antiguos se ha estudiado la forma de gobernar.

Muchos autores con el fin de dar cuenta de las formas, métodos y medios de gobernar han recurrido a la idea de un contrato social, entre ellos Rousseau, Locke y Hobbes.

Y según se piensa, este contrato social fue necesario para que los seres humanos no se exterminaran entre sí.

Se ha creído que sin un contrato social, prevalecería la lógica y el deseo de los más fuertes por imponer su visión de mundo.

Sin la existencia de un contrato social los más fuertes aniquilarían a los más débiles, o a la sumo, los pondría a disposición de sus deseos, a como hace el amo respecto al esclavo.

 

Ahora bien, bajo las exigencias de la razón y del sentido del bien común, se hizo necesario que los elegidos para gobernar, es decir, los más sabios o los más capaces, dirigieran a las masas en beneficio de sí mismas.  Obviamente, los más sabios son en realidad quienes saben lo que es bueno para el pueblo.

Los gobernantes siempre se han ubicado desde “el saber”, a como lo hace el padre respecto a sus hijos, a como lo hace el médico respecto al enfermo, el psicoanalista ante a su paciente, el maestro frente  a sus alumnos, el sacerdote sobre sus feligreses, el pastor respecto a las ovejas y el presidente por encima de los ciudadanos. “¡Donde manda capitán no manda marinero!” –dicen por ahí.

 

Los gobernantes, al estilo del tirano, parten del principio de que son ellos quienes saben lo que es mejor para el pueblo, y harán cumplir lo que consideran que “es bueno”, aunque el pueblo no lo entienda o no lo desee.  De ahí que sea comprensible la actitud de los viejos gobernantes como Fidel Castro, George Bush, y Hugo Chávez; actitud de la que ninguno se escapa, ni siquiera el señor  Oscar Arias, ¿o sí?

 

El caso es que los gobernantes, teniendo claro que deben de imponer lo que consideran bueno para el pueblo, utilizan los medios necesarios para alcanzar tal fin. Podrán utilizar el convencimiento, el miedo, diferentes formas de represión, el ejército y el uso de  las armas si es necesario.

 

En el caso de Costa Rica, no se hace uso de las armas convencionales, pero es necesario cuestionarnos si los otros medios no se emplean. Solamente pregunto si podemos pensar en armas de otro tipo, y no únicamente las armas como tradicionalmente las entendemos. Por otro lado, ¿algún costarricense ha experimentado alguna forma de represión por parte del gobierno? Simplemente pregunto: ¿consideran ustedes que los gobernantes de Costa Rica han utilizado o utilizan el convencimiento y el miedo para hacernos entender que los cambios que ellos buscan para el país nos beneficiará a todos?

 

¿No hemos escuchado por ahí que nos han querido meter en miedo, al decirnos que si no se firma el TLC  nuestro hermano mayor, es decir, los Estados Unidos nos dejará de querer y no nos seguirá ayudando?; o que si Costa Rica no firma el TLC no podrá competir en el mercado internacional, y que al mismo tiempo “nuestros vecinos centroamericanos” –no ahora hermanos- se nos irán arriba, y que todas las empresas privadas se irán del país, y que finalmente todo será un caos y que hasta puede peligrar nuestra subsistencia? Bueno, eso es lo que he escuchado de algunos miedosos, ¿a ustedes les consta que cierto sector de la población costarricense ha sentido ese miedo?

 

Por otro lado, ¿se ha utilizado el convencimiento por las buenas como un recurso político? ¿Desde siempre? –interrogan algunos- ¿Convencimiento? -preguntan otros- ¡Quizás! ¿Se han enterado alguna vez de anuncios masivos por la radio, la televisión y otro tipo de propaganda?

  • ¡”Cuando vienen las elecciones políticas” !- grita alguien por ahí

 

¿Pero sólo cuando hay elecciones?

Veamos esto más de cerca:

 

 Si los gobernantes –o sea,  los que se creen que saben más que nosotros... ‘el pueblo’- quieren “el bien del que todos nos vamos a beneficiar”, es porque ellos son buenos. ¡Véan!: Ellos son tan buenos, que incluso de sus propios bolsillos, ayudan a financiar las campañas, de las que ellos o sus amigos son candidatos. Son tan buenos que nos suplican que votemos por ellos, y nos imploran que sigamos creyendo en sus promesas ¡Cierto o mentira!

 

Ahora bien, una vez que llegan al poder, no solo padecen de una enfermedad denominada “amnesia política”, sino que al mismo tiempo, no solo ellos serán responsables de lo que hagan en beneficio o perjuicio de todos nosotros; también nosotros somos y seremos responsables por creer y haber votado por ellos; lo que quiere decir que, si nosotros nos equivocamos ¿por qué no se van a equivocar ellos también?

 

 En síntesis, cada país que se denomina a sí mismo “democrático” merece a su gobernante; los venezolanos merecen a Chávez, los gringos merecen a Bush, y nosotros merecemos a Oscar Arias, así como merecimos a Abel Pacheco, a José María Figueres, a Rafael Ángel Calderón y a Miguel Ángel Rodríguez. Esto quiere decir que no merecemos a alguien mejor.

 

 

Desde el escepticismo ultrajado

 

Aunque desde los primeros escritos filosóficos de Sócrates, Platón y Aristóteles, entre otros, se fantaseó con la idea de que los gobernantes deben actuar en beneficio de los gobernados, algunos creen que en estas latitudes los gobernantes actuales actúan en beneficio del grupo al que representan, que no siempre o casi nunca es directamente ‘el pueblo’, sino aquellos ricos y poderosos que apoyaron o financiaron sus campañas. Algunos piensan –entre estos el documentalista norteamericano Michel Moore- que los políticos gobernantes le deben más a un pequeño grupo que a la mayoría de nosotros… el pueblo. ¿Qué piensan ustedes? ¿Será eso posible?

 

Si eso fuera así ¿para qué nos gobiernan? ¿Para beneficio de ellos y no de nosotros la mayoría? ¡Pensar en eso sería espantoso! Ya que entonces comprenderíamos porqué han invertido tanto millones en propaganda a favor del controversial Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de Norte América. Y lo más peligroso, es que nos pondríamos a pesar si con este TLC todos nos vamos a beneficiar o simplemente ellos; y nos quieren hacer creer que nosotros nos beneficiaremos para que sólo ellos se beneficien. La pregunta es: ¿Quiere el señor presidente de la república, sus gobernantes, los políticos y los empresarios el bien de nosotros el pueblo?

Puede que sí, puede que no.

Veamos.

 

¿Sólo ellos son los poseedores de la sabiduría? ¿Qué pasa con los grandes intelectuales, profesores, autodidactas y la gente crítica e inquieta intelectualmente del pueblo? La respuesta es sencilla: “nadie sabe más que los gobernantes”, mucho menos cuando el presidente es un premio Nóbel de la paz.

           

Todos los demás están equivocados, o está equivocado Oscar Arias y su gente... y también el señor Bush. No todos pueden tener la razón al mismo tiempo.

           

Lo que es curioso, es que quizás en toda la historia de este país, nunca tantos intelectuales se han pronunciado mediante artículos, libros y panfletos en contra de un solo tema: el TLC. ¿Por qué será? ¿Será que tienen intereses creados o siguen siendo desde las universidades públicas la conciencia lúcida de este país, a pesar de lo que dice y piensa el gobierno? ¿Qué piensan ustedes?

 

            Lo que sí es claro, es que estos intelectuales están en entera oposición a los intereses del gobierno. Y si no lo creen infórmense. Yo estoy cansado de escuchar a un montón de perezosos que desean que les llegue a la puerta de la casa la versión de los que se oponen al TLC. Yo les aconsejo que si en realidad les interesa, que si en realidad les da la gana, que se acerquen a la Universidad de Costa Rica, a la Universidad Nacional y al Tecnológico y compren sus periódicos, que visiten sus librerías y bibliotecas, y que asistan a las mesas redondas respecto al tema. No pueden esperar que estas instituciones puedan competir con los recursos del Estado... que están en manos de los gobernantes; no pueden comparar los medios de difusión que están a disposición de los intereses del gobierno  -que son los mismos que los intereses de la mayoría de las empresas de los medios de difusión. No digo de los medios de comunicación, porque no es cierto que comunican o informan, sino que por el contrario, difunden su visión de mundo para que los costarricenses ingenuos o ignorantes -que también los hay- crean en lo que dicen estos medios, porque simplemente lo oyeron de Canal 7, Canal 6, La Nación y el resto de la mayoría de los medios de difusión masiva.

 

¿Por qué creen ustedes que no hay un ejército militarizado que nos obligue a creer en lo que el gobierno quiere? ¡Porque no es necesario! ¿Y por qué no es necesario? Porque el ejército nuestro son los maestros y  nuestros mismos vecinos del barrio. La mayoría de los educadores son serviles a las disposiciones del MEP. El Ministerio de Educación Pública es un títere, no de los intereses del Estado, sino de los intereses de todos los gobiernos que han hecho fila para controlar y manipular las mentes moldeables de los costarricenses, desde la primaria hasta los estudios superiores...si es que se puede segur estudiando.

 

Primero están los educadores, y luego la Iglesia y el montón de agrupaciones evangélicas, que la mayoría de las veces terminan adoctrinando a los ingenuos e ignorantes. ¿…que no podemos generalizar? ¡Claro que sí! Precisamente eso es lo único que podemos hacer. Lo que no podemos hacer es universalizar, absolutizar, pero en términos generales esto es la regla...habrán excepciones claro.

 

Luego, tenemos los medios de difusión, que nos quieren hacer creer mediante un bombardeo incontrolable, que ellos son imparciales, objetivos, y que nos informan de “la verdad”.

 

En su mayoría, en términos generales, la educación y los medios de difusión están al servicio de los gobernantes, de los ricos, de los grandes empresarios, de los que están por encima de nosotros en términos económicos, y en términos de poder expandir más su visión de mundo.

 

Desde niño, se nos enseñó a idolatrar a la autoridad, al maestro, al sacerdote, y al presidente, más aún cuando “nuestro presidente”, entre comillas, fue exaltado por el poder internacional, al ser nombrado premio Nóbel de la paz.

 

 

 

Desde la rebelión encolerizada

 

La figura del expresidente Oscar Arias Sánchez fue tan exaltada, ensalzada e idolatrada, que fue suficiente para que una pequeña parte de la población lo pudiera reelegir como su presidente.

Y, sin embargo, hay un dato curioso. Es posible que Oscar Arias también se lo crea, porque si no es así, tendríamos que pensar en él como un cínico.

 

Existen  algunas opciones:

 

Uno: que se lo cree. Es decir, que Arias cree que hace lo correcto, y que es venerado, idolatrado y amado por los costarricenses por haberle dado al país  -y no a él mismo- un premio Nóbel de la paz. En síntesis, Arias cree que no se equivoca, que tiene “la razón”, porque “siempre la tuvo” por encima de todos los intelectuales bien intencionados del País.

 

Dos: que se equivoca, lo que no lo convierte en cínico, pero sí en un ignorante que gobierna un país en el que una gran parte de la población no cree en él, ni piensa como él.

 

Tres: que ha sabiendas que se equivoca, que sus promesas no nos beneficiarán a todos, sigue mintiéndole a una población frágil por su ingenuidad e ignorancia, lo que lo convierte en un cínico; panorama que no nos debe sorprender, porque como bien lo propuso Maquiavelo, el Príncipe –o en este caso el gobernante o el presidente- a de ser un cínico, aparentando ser virtuoso sin serlo. El Gobernante -dice Maquiavelo- a de ser duro, fuerte y enérgico como el León, y, astuto, embustero como la zorra.

 

A pesar de que el cinismo político ha existido desde siempre –nos dice el filósofo alemán Peter Sloterdij en su libro ‘Crítica de la Razón  Cínica’- estamos en una era en donde el cinismo es la regla, en donde el cinismo es obligatorio. Se habla ahora, más de un Imperativo Cínico que de un Imperativo Moral al estilo kantiano.

 

Lo cierto del caso es que el presidente y premio Nóbel de la paz Oscar Arias Sánchez, ha podido utilizar, como todo gobernante astuto, el poder de los medios de difusión masiva. Por ejemplo, aparece en cuanto obra de caridad sea posible, cortando cintas, inaugurando escuelas, obras de bien social, etc. Asimismo, abusa de las  tediosas cadenas de radio y televisión nacional y tuvo un espacio televisivo –en donde una periodista liberacionista- le pone interrogantes en bandeja, o le pone el balón para tiro de penalti ante un cancha sin portero, para que él se explaye todo lo posible en la explicación de la “buena nueva” que nos tiene para todos nosotros...el pueblo. También se vale constantemente, hasta la saciedad, de restregarnos el premio nobel de la paz,  y lo que es peor, nos aburre constantemente con su aparición ante personalidades internacionales y populares  como José Luis Peráles y Joan Manuel Serrat, para citar solo algunos.

 

Sólo les pido que sospechemos, que seamos un poco escépticos y desconfiados, que no creamos más en los políticos y gobernantes. Que tomemos cartas en el asunto,  que participemos activamente en las decisiones que marcarán el rumbo de este país y por consiguiente de nuestras vidas.

Nada es gratis... todo tiene su precio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 * Filósofo y ensayista costarricense. En el 2007 publicó La Caída del Último Higuerón, drama crítico dedicado al estado de agonía del Guanacaste actual, que es seducido por las promesas de progreso de la modernidad, difundidas hoy por las empresas transnacionales y las políticas gubernamentales y regionales, que se llevan a cabo a través de la venta y explotación de los recursos naturales, y de la manipulación ideológica de sus habitantes.

 
bottom of page