top of page

 

 

     SENTIMIENTO TRANSMODERNO

 

 

 

 

No hay una tal “filosofía postmoderna”, lo más, es la descripción de un ambiente plagado de pesadez, desazón, escepticismo, pesimismo y nostalgia de sentido, lo que nos invita al suicidio o a la perpetuación de la vida, pero a otra vida que no puede ser más que otra vida... la vida que cada cual decide vivir, la vida que cada cual padece, en última instancia, la vida es siempre otra: “mi vida”.

 

La postmodernidad, inmersa en la modernidad no es nada novedosa. Lo que pasa es que el sentimiento del sin-sentido se ha extendido, lo que ha permitido conceptualizarla y describirla.

 

La postmodernidad no es más que un eterno retorno de lo mismo, como lo ha dicho alguien por ahí. Pues, aunque ya sepamos que Dios no existe; que toda axiología, que todo sentido es construcción humana y que por ende, no hay valores absolutos; que toda “verdad” es absoluta o relativa de acuerdo al contexto en que se la juzgue; que lo bello y lo feo no son más que construcciones ideales. Y que tanto ‘lo bueno’ como ‘lo malo’ dependen del lente con que se mire, ¿qué nos queda? Nos queda todo lo dicho. Seguir apostando al absurdo -lo que se hace en vida -o matarnos.

 

La trampa está en la filosofía. La trampa está en la conciencia filosófica. La trampa está para quienes le  coquetean. Pues… ¿qué es la filosofía si no es más que la búsqueda de sentido, la dadora de sentido, precisamente porque no es poseedora de ningún sentido? Lo trágico está en que la conciencia filosófica es justamente eso: una pura carencia. Puro deseo,  una pura “ausencia de...”

 

Si la Filosofía es “amar a la sabiduría”. ¿A quién se ama entonces? A lo otro. A lo que no se tiene. Amar implica separación. Siempre se ama lo que no se posee. Lo que nunca se poseerá. ¿A quién se ama entonces? A “la sabiduría”. Y “la sabiduría” no es un estado. Es siempre una búsqueda, una “tendencia a...” Estrictamente, “El Sabio”  no  “es”. Y “no es” porque no posee “el saber”. Y es porque El Sabio es imposible que se le ha inventado, a como se inventó a Dios. Y aunque fantasear con la existencia del sabio es un avance con respecto a la existencia de Dios, no nos sirve de nada soñar con un sabio ermitaño, escondido en las recónditas neblinas del Tíbet. Pero hace mucho hemos tocado suelo. Hemos dejado de flotar desde el momento en que surgió la filosofía como una tendencia, como un amar lo que no se tiene. Pero la trampa está por ahí. La conciencia es el límite. Ahora tenemos conciencia que deseamos lo que no tenemos. ¡Y qué con eso? ¿Qué podemos hacer respecto a eso? ¡Nada y lo mismo! Y aunque nada hagamos, ese no hacer nada es siempre hacer lo mismo.

bottom of page