
- ESCRITOS -
VÍCTOR MANUEL
LA REGIÓN “GLOBALIZADA”*
Cuando oímos los vocablos Global, Globalizante, Globalizador, creemos saber de qué se trata, ¿pero es esto cierto?
Diferentes corrientes de pensamiento parten de diversos marcos teóricos para abordar dichos temas, lo que significa que en su totalidad no se pueden poner de acuerdo ni siquiera en la definición de sus conceptos, debido a los matices de análisis y puntos de partida diversos.
Por un lado, tenemos un discurso ideológico que se posiciona como el dominante, gracias a que tiene a su disposición los medios de difusión masiva, así como la obediencia de los gobiernos de turno de los Estados-Nación; incluso, las casas de enseñanza universitarias pasan sin crítica profunda dichas categorías.
Es probable que lo que desde las universidades se pueda entender como globalización, sea algo diferente y hasta opuesto de lo que el discurso dominante promociona a través de las instituciones públicas y de los medios de difusión a su servicio. También es posible que algunos profesionales que han dejado de estar atentos a las corrientes de pensamiento, así como también de las corrientes ideológicas acerca de la globalización, se “informan” hoy mediante la desinformación generalizada de los medios de difusión masiva.
La Globalización Imaginaria
¿Qué tan global es realmente lo global? ¿No estamos acá aparejados con uno de los problemas más antiguos de la filosofía?
Hoy sabemos que la pretensión de totalidad (en los albores de la filosofía –al menos 600 años antes de Cristo) solo es posible como ‘pretensión’, al igual que la búsqueda de la verdad…como pretensión.
Mas la totalidad no es posible como real o como realidad. La totalidad se sostiene únicamente mediante la imaginación. De igual manera, “lo global” sólo adquiere sentido mediante lo imaginario. La única diferencia es que lo global (que, como realidad es imposible), se sostiene como un discurso ideológico que aspira a ser hegemónico, y que como discurso se ha puesto en marcha como ideología, al estilo de las magnas religiones, cuya característica compartida consiste en que cada una de ellas se propone a sí misma como la única verdadera, ergo: todas las demás están equivocadas.
El discurso global imperante funciona como el único verdadero entre otros discursos periféricos que disputan constituirse en el paradigma dominante.
La ironía es tal que si lo global se sostiene por el imaginario, lo local también. Quizás con la diferencia, y sólo quizás, que mientras que lo global tiene sentido por un imaginario vivido en términos abstractos, lo regional se sostiene por un imaginario vivido concretamente. ‘Concretamente’ en el sentido de las prácticas y manifestaciones culturales de los pueblos.
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La ‘región global’, en vista a poder instituir finalmente una región globalizada que haría desaparecer la disyuntiva región-globalización; si llegara a existir (la ‘región global’), sería inútil seguir hablando de región. Se habla de ‘Región X’ porque al menos existe la ‘Región Z’.
El sueño por constituir una región única, “universal”, ¿no va aparejada acaso a un horror a lo heterogéneo?, contradicción a todas luces escandalosa, máxime en una era en que se reivindican algunas diferencias profundas, o al menos, significativas.
Relación dialéctica entre lo regional y lo global
En muchas regiones de América Latina –quizás en la mayoría- se deviene en casi todas sus formas desde la óptica del mundo occidental; aunque también es claro que existe en nosotros formas de vida que apuntan a los otros segmentos que conforman nuestro ser, nuestro pasado, nuestra historia. La herencia de nuestros ancestros aborígenes y africanos –incluso asiáticos- constituyen también otros segmentos periféricos o profundos de lo que somos.
Lo occidental europeo, lo blanco, ha actuado desde los últimos siglos como el centro, siendo lo otro, o “los otros” (lo aborigen americano, lo africano, etc.) los periféricos. Y hemos de hablar en plural.
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Desde cada una de nuestras trincheras debemos quizás preguntarnos qué es lo que constituye nuestro ser(1), en materia del aporte diferenciado que podamos dejar a “los nuestros”.
Un músico latinoamericano, con una tradición guanacasteca o limonense –por ejemplo- que a su vez ha sido educado artísticamente desde la tradición occidental europea ¿qué nuevos aportes puede brindar desde su área específica?
He ahí quizás parte de la cuestión. No se trata de hablar de región o de globalización en términos teóricos o abstractos, sino por el contrario, de hacer aterrizar dicha problemática a la interrogante fundamental y antiquísima de lo que somos o creemos ser. Así, se podrá constatar que el adn del asunto región-globalización encuentra su germen en la cuestión del ser y el no ser, por lo que el mismísimo Sócrates decía que la virtud máxima consiste en llegar a conocerse a sí mismo. ¿Cómo puedo entonces conocer qué se ha de entender por región o por global si cada una de las características que creemos constituyen dichas acepciones permean, forman o constituyen este ser ‘personal’ del que no sabemos en realidad ‘qué somos’?
La pregunta ‘¿qué o quién soy?’ simplemente la ampliamos al cuestionar qué constituye hoy a la región en la que vivimos?, y, por consiguiente, sin responder adecuadamente a ello ¿es válido plantear qué significa la comunidad global?, y, por ende –más complicado aún- ¿dicha comunidad global, es global efectivamente?, y, ¿desde dónde lo global es global?
Tales cuestionamientos nos recuerdan a la crítica fundamentada –aunque ignorada- a lo que se entiende por ‘Universidad’, a la que se le aplicarían cuestionamientos similares: ¿Es en realidad la Universidad, universal?
¿Qué instituciones se acercan o se alejan más de dicha pretensión universal? ¿Y es –en el caso del alejamiento- producto de un simple impedimento material (capital $ por ejemplo) o es también ideológico?
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Las múltiples necesidades que se padecen a nivel local, en nuestra región, por ejemplo, puede que sean similares a las que sufren otras regiones del mundo, pero no en todas, lo que significa que ni siquiera dichos padecimientos son globales. Ahora bien, suponiendo que se experimentan en todas las regiones-periféricas del mundo, la vivencia no es global. Es local. Incluso, para ser más precisos, se experimenta individualmente lo que padece el grupo al que se pertenece.
He aquí otro asunto, el relativo a la pertenencia, a lo que significa pertenecer a una región que, por lo demás, se transforma a veces muy rápido, sutil e imperceptiblemente. Desde este panorama, ¿qué significa o puede significar hoy “ser guanacasteco” –por ejemplo- en la era de la globalización postmoderna?
Sin pretender ampliar la problemática, dejemos de un lado, al menos de momento, la cuestión de la pertenencia. Basta, sin embargo, recordar que el vocablo “Región” remite a una parcela de espacio territorial delimitado. Lo local siempre ocupa un lugar. Está situado. En este sentido puede que sea pertinente la aplicación del método fenomenológico existencial que pone énfasis en tópicos tales como el ‘estar-situado’, ‘la mirada del otro’, la ‘totalidad destotalizada’, el ‘perspectivismo’ y otras categorías conceptuales que pueden ser apropiadas para el abordaje de la cuestión.
La sutil seducción de la ideología hegemónica de la Globalización
En un espacio en el que no nos ponemos de acuerdo respecto a lo global y a los beneficios casi que sacralizados de la globalización; una visión de concebir la globalización se viene imponiendo mediante los gobiernos y los medios de difusión. El terreno se viene allanando desde hace mucho tiempo para que sea bien asumida esta óptica globalizante; incluso con naturalidad, lo que significa que la mayoría de las gentes vea con buenos ojos la globalización “bautizada o canonizada”.
Los grandes poderes han llegado incluso a las casas de enseñanza superior, y han llegado para quedarse. Promueven que es de ‘vanguardia’ –otro término manoseado y prostituido- que las universidades tiendan a transformaciones globales gestadas por discursos hegemónicos.
Se vende la idea que “es urgente y necesario entrar pronto en el tren de la globalización”, como una buena nueva, como el elíxir de todo, como la última panacea. Si antes se propiciaba fortalecer lo local en vista a solucionar sus problemas regionales, ahora se trata de poner lo regional al servicio de lo central. Pero esto no es nada nuevo. Siempre ha sido así. La única diferencia es que ahora se explicita, afianzando además la servidumbre de las periferias respecto al centro. Hay un sprint por fortalecer las instancias de poder, por miedo a perder su protagonismo histórico. Dicho en palabras llanas: occidente necesita reforzar sus cercas, sus parcelas, debido a las amenazas de la sombra asiática (2).
Pero como en las instituciones universitarias públicas no se pueden hacer cambios a “golpe de tambor” (por lo menos hasta el momento), es preciso realizar transformaciones sutiles a los estatutos vigentes. De tal forma que lo primero es reforzar las condiciones que posibiliten un ambiente adecuado para la llegada de las nuevas ideas. Y los cambios sutiles han de llegar por los vocablos. Así, les suena mejor –por ejemplo- ‘Sede Guanacaste’, que ‘Sede Regional de Guanacaste’, para que ahora su misión sea ponerse a la orden de las necesidades más urgentes y apremiantes del país, en lugar de la región.
En el pasado, el énfasis que se le daba a lo “Regional” fue pensado para que estuviera al tanto de las necesidades de la región. En el presente, lo que se intenciona es que las regiones estén cada vez más al servicio de las necesidades centrales y centralista del país. Pues bien, ¿quiénes dictaminan qué y cuáles son las “necesidades del país” y cuáles las “necesidades específicas de la región”? Es aquí cuando el discurso global está presto para responder; pero, ¿quiénes monopolizan dicho discurso?
Es indiscutible que todo lo local está permeado, atravesado he influido por la globalización, y que incluso las regiones puedan sentirse falsamente favorecidas por los aires de ésta. Eso no se discute. Pero hay que tener claro que la intención dominante busca tener mayor control de las periferias, fortaleciendo así el centro.
Dicho esto, ¿es posible sobrevivir fuera de la globalización? Casi imposible. ¿Vivir inmerso en la aldea es un ideal? De ninguna manera. Lo que sí es posible, es que el horror a lo heterogéneo se manifiesta también a través del amor a lo homogéneo.
Notas
*Por Víctor Alvarado Dávila
https://drive.google.com/file/d/1JhHHP7VZIfuh0HFC1XlYuZADPkZqTUvV/view
1) Intento no recurrir al vocablo “identidad” que a mi parecer trae más problemas de comprensión que de aclaración a una problemática como la que nos ocupa, que ya de por sí arrastra muchas complicaciones.
2) Lo que ahora puede provocar burlas o sorpresas, a corto o mediano plazo se evidencia la lucha entre las sombras de poder. No es casual el surgimiento de cátedras o institutos de Confucio en algunas Universidades, aprovechando el ideal de universalidad cultural.