En el Firmamento
- Víctor Manuel
- 18 feb 2015
- 2 Min. de lectura
EN EL FIRMAMENTO
Cuando niño pocas veces me detuve a meditar, casi todo mi andar era irreflexivo y hasta instintivo, sin embargo, cuando llegaba la noche y mi hermano y yo seguíamos jugando (aunque ya era la hora de dormir), nuestra irreflexión se agotaba dándole cabida a la prevención. Nuestros ojos y oídos estaban más atentos cuando la oscuridad se apoderaba con lentitud del agónico atardecer y, al llamado de nuestros padres para ir a dormir, Roberto y yo estábamos bien dispuestos a obedecer cuando el progresivo temor nos invadía. Teníamos un pretexto y a él nos aferrábamos para huir de los murmullos provenientes de aquellos árboles de tamarindo y aguacate.
Había noches en que nos acompañaba una muchacha cuya misión era cuidarnos. Nuestros padres asistirían a una reunión de amigos. En aquellos días, podría decirse que tales salidas eran constantes. Ellos volverían tarde. "Como a medianoche". Esto lo sabía tanto Josefina como nosotros. Sin embargo, su orden era mandarnos a dormir como de costumbre. ¡Cuánto queríamos a Josefina cuando desobedecía a Mamá!, siempre y cuando fuera en nuestro beneficio.
Al marcharse los adultos, quedábamos bajo expensa de los cuentos de Juanita. En aquél momento, el apagón de luces en Liberia era el ingrediente faltante. Salimos al patio. Abrimos el gran portón de cinc que daba al frente del parque más viejo del pueblo. El paisaje era simplemente solitario y silencioso. La "Ermita de la Agonía" estaba a nuestra derecha, mientras a la izquierda podíamos ver la calle por donde de vez en cuando transitaba una bicicleta 28, con el típico foco de dínamo, cuya luminosidad dependía de la velocidad que llevaran las ruedas. Alguno que otro ciclista llevaba el foco en las manos o en la boca, proyectando una luz tenue y opaca.
- !Güilas, vean hacia arriba¡ -exclamó Juanita.
Miramos al cielo, y vimos incontables estrellas relucientes. La noche estaba hermosa.
- ¿Lo ven? ¡Es un platillo volador¡ ¿Ven como se mueve?
¡Sí, sí!, ¡era cierto!, ¡era un platillo volador! Iba de izquierda a derecha. Pasaría la Ermita y se ocultaría detrás de ella, cerca del río.
Creo que descendió en el río. Tuvimos miedo. Todos lo vimos. Sólo que había un problema...
Mi hermano y yo, a pesar de que divisamos el Ovni, ambos lo vimos diferente. Incluso, ni siquiera hoy en día nos ponemos de acuerdo. Cosa evidente era que del platillo salían unas "patas" que parecían transportarlo. Roberto decía que las patas pegaban al suelo, y aunque yo también las vi, eran muy pequeñas para tocar tierra. Con ellas caminaba en el cielo.
Estoy seguro que mi descripción es la más veraz, pues resulta ser la más lógica. Pero, ¿cómo afirmar que lo que él vio era falso? Puedo decir que su percepción infantil se entremezcló con su imaginación, al ser excesiva esta última, pero, ¿cómo negar un hecho que ambos ojos vieron? Puedo decir que creímos verlo, pero, ¿cómo negar que lo que creímos ver no era lo que vimos? Y, entonces, ¿vimos algo o no vimos nada? ¡No sé! Me parece que la aventura imaginaria fue lo importante. Lo difícil es cuando no sabemos distinguir bien entre lo imaginario y lo real.
Comments