top of page

I. Autoengaño Universitario

  • Víctor Manuel
  • 22 jun
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 25 jun

TRANSUNIVERSIDAD EN LA ERA POSTPANDÉMICA

 


 

 

I. Autoengaño Universitario


Víctor Alvarado Dávila[1]

Filósofo




Congresos universitarios a puertas cerradas, para cocinar el menú esperado con los ingredientes deseados


En muchas latitudes se retoman los congresos universitarios. ¿Por qué? Porque ya no se puede seguir tapando el sol con un dedo, aunque se siga haciendo disimuladamente. Ya no se puede ocultar a la vista de nadie, la decadencia por la que transitan las instituciones universitarias, decadencia de la que han sido responsables. Bueno, al menos eso se espera de los congresos universitarios: que asuman su responsabilidad histórica sin recurrir a estratagemas de autoengaño institucional. Sin embargo, el panorama se oscurece cuando evidenciamos que la antigua práctica de tapar el sol con un dedo, se sigue haciendo con disimulo. Por ejemplo:


Con mucha anticipación se comunica que se celebrará un congreso, sin dar desde el inicio la fecha del congreso. Luego, transcurre un gran silencio, silencio acompañado del tiempo que pasa, hasta el punto que la gente se olvida del susodicho congreso. Ya cumplieron con la obligatoriedad de hacer público el comunicado. Y, de repente, aparece de nuevo el anuncio indicando que faltan pocos días para entregar las propuestas de ponencias, recordando que ya pasó la fecha de inscripción como oyente; pues ahora, lo que puede importar es recabar más ponencias, pues no hay suficientes, porque con respecto a los oyentes, pareciera que, desde el inicio, ya se sabía a quién debería ser dirigido el congreso: a las autoridades universitarias actuales y sus representantes. 


Es gracioso: Congresos universitarios a puertas cerradas, para cocinar el menú esperado con los ingredientes deseados[2]. 

Quién haya creído que con su participación dejará un granito de arena para la mejora efectiva, puede que se lleve una sorpresa. Lo más triste es que las propuestas aprobadas no son determinantes, pues la aplicación y su efectividad, deberá pasar primero por la aprobación de las autoridades universitarias del momento.

Puntos suspensivos…Silencio. ¿Cómo dejar impresa la irónica carcajada que nadie escuchó luego de escribir ese párrafo anterior?

...Tos… Silencio. Ya estoy repuesto.


 


Para entendernos, hablemos de “Universidad”, aunque no lo sea.

 

Acerca del término universidad, mi postura y la postura de otros autores consiste en sostener que es una farsa. Sí. Es una farsa. Universidad, como signo de “universalidad”, es más precisamente una pretensión de universalidad y, en la universidad, eso es falso. Incluso, hay que cuestionar si moralmente le inspira al menos dicha “pretensión”.

  Lo que sí es claro, es que en la universidad -por lo general- se reproduce o se gesta la visión de mundo occidental europea. Hay que decir que, aunque no somos europeos, sí somos occidentales. Sí, hemos sido criados con la visión del mundo occidental. Hablamos el castellano, no hablamos ninguna de los miles de lenguas que había en el continente, conocido hoy como americano (gracias a Vespucio).

¿Se estudian acaso en la universidad las lenguas indígenas de Costa Rica? No.  ¿Hay indígenas estudiando en la Universidad? Muchos ni siquiera lo saben. Yo he tenido estudiantes indígenas de Costa Rica que hablan su propio idioma. ¿Se estudia su idioma? No se estudia. Pocos conocen esos idiomas y a la universidad realmente no le interesa, ¿qué se estudia? ¿Cuál es la lengua principal que se estudia? el inglés, el idioma del imperio; solo que se estudia el idioma del imperio para que les sirvamos al imperio, es decir, para que cuando vengan los gringos sepamos comunicarnos con ellos, ¿se dan cuenta? nosotros tenemos que aprender su idioma cuando ellos vengan acá. 

“¡Está legal!” -como se dice- si uno va a los Estados Unidos se aprende el inglés porque vamos para “gringolandia”, pero en cambio, la exigencia es que nosotros aprendamos el inglés para atenderlos a ellos, en nuestro propio país. “¡El Inglés es el idioma universal!” No. No es que sea el idioma universal, es el idioma del imperio, del que tiene mayor poder sobre el resto.

Esto es simplemente un brochazo de lo que podríamos empezar a cuestionar acerca de lo que entendemos por universidad; en ese sentido es una farsa.

 



Del Estatuto Monárquico


Volviendo a lo que nos atañe. Esta farsa. Este autoengaño institucional encuentra su asidero en el Estatuto Monárquico ¡Perdón, perdón! quise decir “Estatuto Orgánico”. Veremos si fue un lapsus. Podré seguir de gracioso, pero esto es muy serio. Mejor reír que llorar.

El Estatuto Orgánico le otorga un poder desmesurado a la rectoría, y luego la verticalidad continúa hacia las vicerrectorías, las direcciones de sede y de carrera, y las diversas coordinaciones, etc. Y lo que puede ser tan delicado como lo anterior, es la posibilidad de una reelección inmediata, no solo de la rectoría, sino también, de muchas de las jefaturas universitarias.

Este segundo punto es, a todas luces, “inconstitucional” y, si para algún jurista no lo es, al menos sí es inmoral. ¿Cómo se explica que la Constitución Política prohíba la reelección inmediata del presidente, mientras que en las universidades la reelección pueda ser inmediata? Algunos estirarán recurrir al principio de la autonomía universitaria, y, si es así, me manifiesto en contra de la autonomía universitaria que defienda esa práctica fuente de corrupción. Otros dirán que eso no es nada, si recordamos que en las instituciones públicas es peor, porque en ellas se elige una vez y casi de por vida, a otras figuras que son igual o más importantes que las rectorías universitarias, a saber: los magistrados, y los directores de los diferentes ministerios del estado.

Por su puesto que eso es peor aún, porque deja entrever que la democracia representativa es una farsa que, además de alejarse de la democracia ideal, pone en evidencia que lo que existe es una especie de oligarquía postmoderna con tintes monárquicos (por lo menos en las atribuciones que se le otorgan a ciertas jefaturas), acercándose así, cada vez más, a un gobierno Cleptocrático. Porque un partido político en particular -que todo el mundo conoce-, es quien ha raptado la democracia ciudadana, al poner sus piezas principales en dichos ministerios, lo que significa que estos jefes tienen efectivamente más poder que el propio presidente, que ha de ser electo cada cuatro años.

Podemos estar de acuerdo en que la corrupción disimulada es más evidente fuera de las universidades que dentro de ellas, pero eso no otorga permiso moral para que el estatuto orgánico dé la posibilidad de una reelección inmediata a muchísimas de sus jefaturas.

Alguien preguntará por qué. ¿A estas alturas, será preciso dar una explicación? ¿En serio? Con una sonrisa diré que, la posibilidad de una reelección inmediata genera clientelismo en quienes están bajo su subordinación, y este servilismo afianza el poder, y el poder que crece se vuelve -obviamente- más poderoso. Es por eso que la jefatura que se quiere reelegir, más del 90% de las veces gana, e incluso, casi que no experimenta oposición verdadera, pues a veces escogen a otro de su propio grupo para dar la impresión de que existe un auténtico juego democrático, y, cuando es así, es precisamente un juego.

El “tinte monárquico” del que hablé, se entrevé en las atribuciones que otorga tanto la Constitución Política para que el presidente elija a discreción a sus ministros, como el que otorga el Estatuto Orgánico para que la rectoría y algunas jefaturas lleven a cabo la toma de ciertas decisiones que bien deberían estar en mano de las asambleas colegiadas. La figura de la rectoría elije a discreción a sus vicerrectores. Y la explicación de esto, que se quiere hacer pasar por una justificación (vocablo que se olvida tiene que ver con la justicia) radica (desde la óptica de quienes ostentan el poder) en que deben ser puestos de confianza; en que se debe creer que la elección remite a la mejor elección posible, cuando todos sabemos que lo que más juega es la deuda política, la amistad o los intereses creados.

De nuevo, este proceder es legal, porque tanto la constitución como el estatuto lo permiten, pero eso no lo convierte en un proceder necesariamente moral. El horror no está tanto en que la elección de los ministros o los vicerrectores presente la dificultad de coordinar con personas que no se conozcan, sino más bien, en que algunos de los elegidos mantengan una posición crítica a la autoridad. Es por eso que, la presidencia o la rectoría, puede despedir cuando quiera a quienes a nombrado. Visto desde arriba, esto resulta lo más cómodo para quienes gobiernan, y es por eso que la susodicha democracia representativa es un traje a la medida para las diversas jefaturas. Mas visto desde abajo, esta forma de gobierno atenta contra el ideal de una democracia más participativa

Por el contrario, la democracia representativa al interior de las rectorías universitarias afianza el poder, pero no el poder de la comunidad universitaria, sino el poder de las rectorías, y con esto fortalece la autoridad de las autoridades. Está irónica democracia representativa supone que, se elija a un presidente o a un rector para que elija por los súbditos, bajo el presupuesto que es la mente más lúcida del momento para tomar las mejores decisiones, apegadas a las exigencias, necesidades y circunstancias del presente en pos del futuro. ¿No se asemeja esto acaso a la lógica que abrigaba al poder monárquico? El Rey estaba tan cerca de dios como el Papa.

Mejor reír que llorar.

 



Elección dedocrática del personal


Para empezar, el abordaje del tema que sigue, podrá creerse que es un fenómeno que se padece en la universidad, precisamente porque aquí venimos hablando de esta institución, mas resulta que es un fenómeno que se padece en todas las instituciones públicas. Por dicha la crítica viene desde la universidad -que se supone es “la conciencia crítica de toda sociedad”- ,  donde toma conciencia de sus propios errores, carencias y pecados.

  El papel aguanta lo que le pongan. Si los reglamentos establecen que la elección del personal se hará de una lista de elegibles, la gente termina creyendo que el personal de la institución se ha hecho de dicha manera. Los interinos recién llegados suponen que el Big Brother los ha elegido como tales y, no están lejos de dicha sospecha.

Cuando llega la elección de los nuevos profesores propietarios, debe salir el anuncio publicado en un “medio oficial”. Y los requisitos son tan cerrados que es claro que los puestos están hechos a la medida de una persona con nombres y apellidos. Eso todo el mundo lo sabe, pero debemos actuar como si no lo supiéramos. Y, si alguien no está de acuerdo con eso, debe presentar la denuncia.

  A ver, detengámonos en eso. ¡Todo el mundo lo sabe!, pero la contraloría no actúa por sí sola, aunque lo sepa. De igual manera se actúa en las demás instituciones públicas, por ejemplo, las autoridades saben que los nuevos residentes millonarios a quienes les han entregado las costas guanacastecas en bandeja de oro, se apropian de las playas (prohibiendo o cobrando el acceso a quienes quieran disfrutar de ellas), por lo que pronto sucederá como en México que cercan hasta donde revientan las olas.

Las autoridades lo saben, todo esto se viene denunciando año tras año de diferentes maneras, hoy día mediante las redes sociales. ¡Todo el mundo lo sabe!, pero las autoridades no actúan sin que alguien interponga una denuncia explícita poniendo no solo su nombre y apellido, sino también su cuerpo.

Estamos ante una actitud nefasta propia de un país corrupto y servil, pero, como es una actitud que se arrastra de generación en generación, se ha transformado en una costumbre que se ha encarnado en la piel de los ciudadanos.

En la universidad sucede lo mismo, y la complicidad se hace voluntaria o por coacción silenciosa implícita de la asamblea, sobre aquellos que ponen la cuestión en evidencia.

Es común que los profesores propietarios de cada área, por ejemplo, del área de filosofía, no nos demos cuenta ni participemos en la elección de los nuevos profesores interinos de filosofía. No, esa decisión se toma desde arriba, mediante la autoridad burocrática de turno, autoridad que la mayoría de las veces no posee la autoridad profesional para hacerlo, porque no es lo mismo la autoridad burocrática que puede estar dada por ley, que la autoridad profesional; es algo así como la diferencia entre la razón de la autoridad frente a la autoridad de la razón. Es como si un profesor propietario de filosofía se arrogue la autoridad de escoger a los nuevos profesores de filología, historia, música, artes, etc., pasando por encima de aquellos que verdaderamente tienen la autoridad profesional para valorar a sus propios pares.

Estas prácticas inmorales, aunque puedan ser legales, son nefastas y antidemocráticas, reflejo enfermizo de una sociedad enferma, que ha enfermado la mente y los corazones de aquellos que deben poner los ojos precisamente en estos males, porque han de saber que, cualquier virus que salga de la universidad, se propagará como una epidemia a toda la sociedad.

Si las universidades no están libres de corrupción, de doble discurso moral, y de autoritarismo, no podemos esperar que la sociedad esté libre de estos males, porque resulta que los políticos de turno salen formados de estas universidades corruptas, inmorales y autoritarias.

Asimismo, el silencio de los profesores, seamos propietarios o interinos (especialmente los primeros) nos convierte en cómplices directos, porque las autoridades universitarias del pasado, del presente y del futuro, fueron, son y serán por siempre, reflejo de la comunidad universitaria en general [3].


----------------------------------------


[1] Por aquello de las dudas o especulaciones, confieso que nunca he simpatizado con ningún partido político, ni dentro ni fuera de la universidad. Con todas mis limitaciones, defiendo mi vocación filosófica, incluso por encima de las escuelas académicas de filosofía. Mi lealtad es para con el espíritu filosófico.

[2] Lo que sí es seguro, es el disfrute de los bocadillos y el buen café (¡ojalá si hay vinitos!), y los mejores momentos serán después de concluidas las sesiones. ¡Yo quiero ir!

[3] Las autoridades de turno, dejarán de serlo, puesto que volverán a las filas docentes Al menos que se pensionen o no suelten el vicio por perpetuarse en carrera política universitaria, al estilo de las familias políticas nacionales que todos conocemos, que se perpetúan en puestos políticos de generación en generación, cambiando simplemente de puestos: de munícipes y alcaldes pasan a ministros y diputados, soñando con la presidencia. Panorama patético y enfermizo.  Reflejo y reflejante de una sociedad patológica.

 

 
 
 

Comments


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page