El Retorno de lo Reprimido
- Víctor Manuel
- 24 may
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Actualizado: 7 jun

EL RETORNO DE LO REPRIMIDO [1]
“El Asesinato del Dios-Padre”
“Freud produce un profundo impacto en el hombre moderno. Lo que ha aportado no es solamente, ni siquiera principalmente, una terapéutica nueva, sino una interpretación global de los fenómenos de cultura y de la religión como parte de la cultura; a través de él nuestra cultura pasa a realizar su auto-análisis. Este es el enorme acontecimiento que hemos de comprender y juzgar”.
(Paul Ricoeur: ‘El ateísmo del psicoanálisis freudiano’)
E. Jones, discípulo y biógrafo de Freud, nos dice que éste, a pesar de su cultura judaica, siempre permaneció durante toda su vida, alejado de todas las religiones e incluso de la religión judía. Viendo en ella no más que un interés científico, en 1925 el mismo Freud manifiesta públicamente: “Puedo declarar que estoy tan alejado de la religión judía como de todas las demás; en otras palabras, las considero sumamente importantes como objetos del interés científico, pero no me atañen en lo más mínimo”[1] .
El Nacimiento de la Religión
Bajo el planteamiento freudiano podemos decir que la religión nace como necesidad. Es la religión quizá la primera respuesta necesaria que se le presenta al ser humano ante el sin sentido de la vida, que lleva consigo la fuerza aplastadora de la existencia. Es la religión tal y como lo manifiesta el filósofo francés Paul Ricoeur:
“La respuesta suprema que el hombre encuentra en su cultura a la dureza de la vida: impotencia frente a la fuerza abrumadora de la naturaleza, frente a la enfermedad y la muerte; impotencia para controlar la relación de hombre a hombre, que se ve así condenado al odio y a la guerra; impotencia del hombre para dominar las fuerzas de su instinto que le amenaza desde dentro y para satisfacer a la vez al dueño implacable que toma la figura del super-yo: a la dureza de la vida responde el consuelo de la religión”[2].
Freud, con el lenguaje de Feuerbach, sostiene que la religión es una proyección de todos aquellos deseos no satisfechos. Y siendo así; en la medida en que la religión nace como una reificación de los deseos no realizados, ésta no tiene un fundamento verdadero o falso, ya que no se puede demostrar si un deseo es o no verdadero. Para Freud “la religión es la ilusión que pertenece a la estrategia del deseo”.
La influencia de Nietzsche y Marx sobre Freud, lo llevan a negar cualquier tipo de esperanza ultraterrena que niegue al hombre y al mundo. Freud también es un “hijo de la tierra”.
En su obra El Malestar en la Cultura, nos dice que la religión es un “sistema de doctrinas y promisiones que, por un lado, le explican al hombre con envidiable integridad los enigmas de este mundo, y, por otro lado, le aseguran que una solícita providencia guardará su vida y recompensará en una existencia ultraterrena las eventuales privaciones que sufra en ésta”[3].
Es en Psicopatología de la Vida Cotidiana (1904), donde por primera vez Freud asemeja el comportamiento del supersticioso con el paranoico. Sin embargo, la interpretación patológica de la religión no es únicamente como paranoia, sino también como neurosis. Esto lo podemos ver en su ensayo Actos Obsesivos y Ritos Religiosos que publica en 1907; donde asemeja el rito religioso al ceremonial que realiza el neurótico. Cualquiera de las dos prácticas es un rito sumamente cuidadoso, porque se cuida de los detalles, de no omitir nada.
Para Freud la ‘neurosis obsesiva’ puede ser considerada como un ‘símil patológico de la génesis religiosa’; la neurosis como una religiosidad particular y la religión como una ‘neurosis obsesiva universal’.
Viéndolo así, podemos decir que la neurosis es como un sistema religioso privado. “En ambos casos (de la religión y la neurosis) se trata de evitar tentaciones -o castigos si se ha cedido a las tentaciones- con la diferencia de que en la neurosis las tentaciones son básicamente de naturaleza sexual, mientras que en la religión la tentación tiene un contexto más amplio: cualquier acto agresivo y antisocial”[4].
Para Freud, la verdad de la religión debe resultar indiferente, puesto que tal ‘verdad’ se mueve en el mundo de los deseos, y por consiguiente no está fundamentada en la Ciencia: ‘la religión es una neurosis por la que hay que pasar para llegar a la madurez’.
Freud en El Porvenir de una Ilusión compara los dogmas religiosos con las ideas delirantes. Sin embargo, a pesar de que tales dogmas son indemostrables, son ‘tan irrebatibles como indemostrables’.
El Parricidio Primitivo
Para Freud, la significación de la religión se alza sobre la base de la impotencia infantil del ser humano. La idea de Dios no es más que la sublimación del Padre. Según Freud, el hombre adulto sigue siendo niño al sustituir a su padre terrenal por un padre celestial que se presenta como la respuesta que abriga todas las inquietudes y conflictos existenciales del hombre. Freud a este respecto nos dice:
“El psicoanálisis nos ha descubierto una íntima conexión entre el complejo del padre y la creencia en Dios y nos ha mostrado que el Dios personal no es, psicológicamente, sino una superación del padre, revelándose innumerables casos de sujetos jóvenes que pierden la fe religiosa en cuanto cae por tierra, para ellos, la autoridad paterna. En el complejo paterno-materno, reconocemos, pues, la raíz de la necesidad religiosa. El Dios omnipotente y justo y la bondadosa naturaleza se nos muestran como magnas sublimaciones del padre y de la madre, o mejor aún, como renovaciones y reproducciones de las tempranas representaciones infantiles de ambos. La religión se refiere, biológicamente, a la impotencia y a la necesidad de protección del niño, durante largos años” [5].
En Totem y Tabú, así como en su Autobiografía, Freud se refiere al ‘mito de los orígenes’[6], el cual nos da cuenta del supuesto parricidio original y el posterior incesto que comete la horda primitiva.
El ‘Mito de los Orígenes’ se pretende sustentar en la suposición de Darwin, que dice que, al principio, los hombres vivían en hordas, estando todas las hembras bajo el dominio de un ‘macho fuerte, violento y celoso’.
Freud en su Autobiografía, resume el ‘mito de los orígenes’ de la siguiente manera:
“El padre de la horda primitiva, cual déspota absoluto reclamó para sí a todas las mujeres y mató y ahuyentó a los hijos como rivales peligrosos. Pero un día estos hijos se unieron y, juntos, vencieron, mataron y comieron al padre, que había sido su enemigo, pero también su ideal. Tras hacer esto, no fueron capaces de recoger su herencia, pues se estorbaban unos a otros. A consecuencia del fracaso y movidos por el arrepentimiento, aprendieron a llevarse bien unos con otros, se agruparon en un clan de hermanos mediante estatutos del totemismo, que excluían la repetición de una acción semejante, y, todos juntos, renunciaron a la posesión de las mujeres por cuya causa habían matado al padre. En adelante tenían que conformarse con las mujeres extrañas; tal es el origen de la exogamia, estrechamente relacionada con el totemismo. La comida totémica conmemoraba la horrible acción, de la cual no solo surgió la conciencia de culpa de la humanidad (el pecado original), sino que también arrancan la organización social, la religión y las restricciones morales” [7].
El banquete totémico era un medio para establecer la reconciliación con el padre asesinado, por medio de la comida totémica o del tótem previamente sacrificado, que se ha convertido ya en su espíritu protector y progresivamente será divinizado. Bajo esta imagen del parricidio original se relaciona a Dios con el padre original, esto es, con el ‘antiguo jefe de la horda’, que luego de haber sido asesinado se diviniza. Entonces el Dios-Padre, posteriormente será un objeto de adoración.
El banquete totémico al que hace alusión Freud en Totem y Tabú, no es más que la repetición disfrazada de la muerte violenta del padre, en donde se restablece la reconciliación con su imagen interiorizada y sublimada. Según Freud, el significado del banquete totémico se encuentra presente en todas las religiones, pero principalmente en el cristianismo, donde la muerte del padre, el sentimiento de culpabilidad, la necesidad de reparación y el banquete ritual aparecen con gran claridad.
Hans Küng, en su erudita obra ¿Existe Dios? nos dice que el cristianismo, a diferencia del judaísmo “confiesa el asesinato del padre: según Freud, en Pablo prevalece la idea de que somos infelices porque hemos matado a Dios-padre. No fuimos redimidos de esta culpa hasta que Cristo Jesús, el Hijo, entregó su vida”[8].
La muerte de Cristo es entonces otra confirmación del recuerdo de los orígenes, ya que con él retorna el padre primordial de la horda primitiva, transfigurado, y ocupando, en cuanto hijo, el lugar del padre. En este sentido Freud escribe:
“En el mito cristiano, el pecado original de los hombres es indudablemente un pecado contra Dios Padre. Ahora bien: si Cristo redime a los hombres del pecado original sacrificando su propia vida, habremos de deducir que tal pecado era un asesinato...Pero con el mismo acto con que se ofrece al padre la máxima expiación posible, alcanza también el hijo el fin de sus deseos contrarios al padre, pues se convierte a su vez en dios al lado del padre, o más bien en sustitución del padre. La religión del hijo sustituye la religión del padre, y como signo de esta sustitución se resucita la antigua comida totémica; esto es, la comunión, en la que la sociedad de los hermanos consume la carne y la sangre del hijo –no ya las del padre- santificándose de este modo e identificándose con él. Nuestra mirada persigue a través de los tiempos la identidad de la comida totémica, el sacrificio humano teo-antrópico y la eucaristía cristiana y reconoce en todas estas solemnidades la consecuencia de aquél crimen (primitivo)”[9].
El ‘retorno de lo reprimido’ del que nos habla Freud, ya había tenido su primera aparición con el asesinato de Moisés, siendo a su vez, éste, el origen histórico y psicológico del judaísmo (psicológico por el fuerte sentimiento de culpabilidad en sus parricidas). Y “todo ello no es, en el fondo, sino variaciones de un mismo tema: el complejo de Edipo o parricidio primitivo (el ‘pecado original’ de los cristianos), los hombres han matado a su padre y posteriormente lo han divinizado”[10].
La Nostalgia del Padre
El psicoanálisis freudiano nos ha dado a conocer la relación que existe entre el complejo del padre y la fe en Dios, pretendiendo demostrar que psíquicamente el Dios personal no es más que un padre sublimado, a veces, con la prueba de que muchos jóvenes pierden la fe en Dios cuando la autoridad del padre sobre ellos disminuye o desaparece.
Las ideas religiosas son –como lo recuerda Küng- ilusiones, realizaciones de los más antiguos, intensos y apremiantes deseos de la humanidad; el secreto de su fuerza radica en la intensidad de tales deseos y estos deseos se equiparan a los deseos por el cumplimiento de los ideales de los hombres: la protección, el amor, la comprensión, la justicia, la paz, la inmortalidad, etc.
Para Freud “la oscura percepción íntima del propio aparato psíquico impulsa a ilusiones mentales que de una manera natural son proyectadas hacia fuera y –cosa característica- hacia el futuro y el más allá. La inmortalidad, la retribución, el más allá en su conjunto son representaciones de nuestra interioridad psíquica...Psicomitología”[11].
El hombre ante el desamparo de la fuerza brutal de la naturaleza, y ante la conciencia de sus propias limitaciones individuales, desea aferrarse a una idea como un niño indefenso a su madre. En este caso, el hijo es la humanidad entera –más explícitamente los ‘negadores del mundo’, como diría Nietzsche- y su madre es la idea, una idea que existe porque la humanidad desea que (tal idea) tenga un referente específico: Dios (pasando por lo que Freud entiende por ‘retorno de lo reprimido’). Y esto significa que la necesidad de protección y la nostalgia del padre vienen a ser una sola cosa, o sea, es el hombre en su impotencia quien crea a los dioses a quienes tiene que intentar ganar, a la vez que les teme –cosa interesante: ¡el hombre teme a su propia idea!, a esa idea que él tiene de su propia creación: los dioses.
Entonces, el hombre ha creado a los dioses, ¡aquí escuchamos el eco de Feuerbach!
Freud –así como Feuerbach, Marx y Nietzsche- promulga que la religión tiene un origen humano y no como estas dicen, que su existencia está fundada en un origen divino extramundano.
Para Freud, “todas las doctrinas religiosas son ilusiones, esto es, indemostrables; por eso nadie puede estar obligado a creer en ellas. Obviamente son también irrefutables. Lo cual dista de suponer que merezcan crédito”[12], pues por el hecho de que el ser humano desee ardientemente que exista un Dios, no se puede seguir de ahí, que tal “Dios deba existir”, y menos aún que exista. Y, sin embargo, desgraciadamente –y esta es la limitación de la filosofía o más exactamente de la metafísica- tampoco se sigue que Dios no exista.
El Porvenir de una Ilusión
Referente al futuro de la religión que entrevé Freud en la crítica de la religión,
Paul Ricoeur, manifiesta abiertamente que el primer punto de la crítica freudiana “no pertenece exactamente al tipo positivista. Por el contrario, hay que entenderla a la luz de la crítica de la cultura, que consiste en descubrir en movimientos ocultos de la conciencia el origen de una ‘ilusión’, de una función reguladora” ... “A este respecto el psicoanálisis freudiano de la religión está mucho más cerca de la genealogía de la moral en el sentido de Nietzsche o incluso de la teoría de las ideologías en sentido marxista, que de la crítica de la teología y de la metafísica que encontramos en Augusto Comte”[13].
Freud sigue los pasos de los ‘pensadores de la sospecha’. Asimismo, quiere liberar a los hombres de las ataduras de esas falsas ideas ultraterrenales que determinan y que por consiguiente niegan la libertad del ser humano. Los maestros de la sospecha “se proponen sacar a luz el poder del hombre que se había desplazado y perdido en una trascendencia extranjera; tanto en el salto marxista del reino de la necesidad al de la libertad mediante la comprensión científica de las leyes de la historia, como en la contemplación del destino y del retorno eterno que propugna Nietzsche y en el paso del principio de placer al principio de realidad que encontramos en Freud, el objetivo es el mismo: revelar al hombre a sí mismo, en cuanto poder de afirmación y creación de sentido”[14]
Así como Marx lanza su utopía (el mundo comunista que ha de ser el ‘nuevo mundo’), y Nietzsche promulga la suya (‘la otra orilla’...el nuevo mundo del Superhombre), Freud hace otro tanto: la religión es una ilusión que no tiene porvenir, no tiene futuro, porque será descuartizada por ‘nuestra época’ adulta, racional y científica. En El Porvenir de una Ilusión, nos dice que “el abandono de la religión se cumplirá con toda la inexorable fatalidad de un proceso de crecimiento y ...en la actualidad nos encontramos ya dentro de esta fase de la evolución”[15].
Freud, haciendo un llamado al subsiguiente amor a la tierra, afirma –a la manera de Nietzsche- que, en un futuro no lejano, el hombre adulto concentrará todas las fuerzas y esperanzas en la tierra, dejando el cielo para las aves y para los ángeles.
Para Freud la religión es una fase transitoria de pubertad dentro de la evolución humana, pues, “ni como individuo ni como género puede el hombre seguir siendo niño eternamente. Debe crecer, dominar la realidad por sus propios medios y con ayuda de la ciencia, aprendiendo simultáneamente a soportar con resignación las ineludibles necesidades del destino. Dejar el cielo a los ángeles y los gorriones, eliminar la esperanza en el más allá y concentrar todas sus fuerzas liberalizadas, en la vida terrena: esta es la tarea del hombre adulto, del hombre maduro”[16] .
Bibliografía
o Freud, Sigmund: El Malestar en la Cultura. Alianza Editorial, Madrid, 1984.
o Freud: Psicología de las Masas (El Porvenir de una Ilusión). Alianza Editorial. Madrid, 1984.
o Freud: Tótem y Tabú (en Obras Completas, vol II) Biblioteca Nueva, cuarta edición, Madrid, 1981.
o Freud: Un Recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci (en Obras Completas, vol. VIII) Edit. Iztaccihualt, México, s.f.
o Küng, Hans: ¿Existe Dios? Ediciones Cristiandad. Huesca, Madrid.
o Marlasca, Antonio: El Ateísmo Freudiano. Rev. Filosofía. Universidad de Costa Rica. XXVIII (67/68), 159-169, 1990.
o Ricoeur, Paul: El Ateísmo del psicoanálisis freudiano.
Notas
[1] Impreso originalmente como: Alvarado, Víctor: El Retorno de lo Reprimido: ‘El asesinato del Dios-Padre’. 2007, “Hoja Filosófica”, (Revista Latinoamericana de Filosofía), nº.17. Escuela de Filosofía / Universidad Nacional, Heredia,
[1] En: Marlasca, Antonio: El Ateísmo Freudiano. Rev. Filosofía. Universidad de Costa Rica. XXVIII (67/68), 159-169, 1990.P.160.
[2] Ricoeur, Paul: El Ateísmo del psicoanálisis freudiano. p.245.
[3] Freud, Sigmund: El Malestar en la Cultura. Alianza Editorial, Madrid, 1984. p.17.
[4] Marlasca: El Ateísmo Freudiano. p.161.
[5] Freud: Un Recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, en Obras Completas, vol. VIII, Edit. Iztaccihualt, México, s.f. pp.299-300.
[6] El “Mito de los Orígenes” que presentó Freud a la humanidad; si bien resultó muy atrayente e interesante para muchos, no estuvo exento de críticas provenientes de antropólogos, historiadores, etnólogos, etc, Tal es así que Mircea Eliade, uno de los principales especialistas en ciencias de la religión –según Hans Küng- se preguntó cómo Totem y Tabú de Freud, esa “novela negra”, pudo tener “increíble éxito entre los intelectuales occidentales, pese a que los más notables etnólogos de la época de Freud -desde W.H.Rivers y F.Boas hasta A.L.Kroeber, B.Malinowski y W.Schmidt- demostraron lo absurdo de semejante comida totémica primitiva. En vano habrían mostrado todos estos eruditos que el totemismo no aparece en los comienzos de la religión, que no es universal y que no todos los pueblos han pasado por una fase totemista” (Hans Küng: ¿Existe Dios? Ediciones Cristiandad. Huesca, Madrid. p.412.
[7] Ibidem; p.389.
[8] Ibid, p.389.
[9] Freud: Totem y Tabú, en Obras Completas, vol II, Biblioteca Nueva, cuarta edición, Madrid, 1981, p.1846.
[10] Marlasca: El Ateísmo Freudiano. Revista de Filosofía. Universidad de Costa Rica. XXVIII (67/68), 159-169, 1990.p.160.
[11] Küng: ¿Existe Dios?, p.393.
[12] Ibidem; p.394.
[13] Ricoeur, Paul: El Ateísmo del Psicoanálisis Freudiano. pp.241-242
[14] Ibid, p.242.
[15] Freud: Psicología de las Masas (El Porvenir de una Ilusión). Alianza Editorial. Madrid, 1984.p.162.
[16] Küng: ¿Existe Dios?, p.396.
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