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Neurosis Colectiva

  • Víctor Manuel
  • 24 may
  • 9 Min. de lectura

 

NEUROSIS COLECTIVA [1]

                                       

                                                                                           Víctor Alvarado*

 

 

            El precio que se paga por el progreso en la cultura es la infelicidad, a causa del crecimiento del sentimiento de culpa, el cual se caracteriza por una necesidad inconsciente de castigo, si referimos -también- tal hecho a la neurosis individual.

            En el caso de la neurosis obsesiva los padecientes no son conscientes de su sentimiento de culpa, o, a lo sumo, logran sentirlo como un "torturante malestar", es decir, como un tipo de angustia que surge ante el impedimento de actos específicos.

 

            Para Freud, el sentimiento de culpabilidad es una variante topográfica de la angustia que se identifica en sus fases ulteriores con el miedo al super-yo. Ahora bien, la angustia, en relación con la conciencia, presenta las mismas variaciones que se dan en el sentimiento de culpa.

            A pesar de que la angustia se expresa en la conciencia, en ocasiones yace inconscientemente oculta en todos los síntomas, de ahí que no resulte impreciso hablar de una “angustia inconsciente”.

            Ante este "descubrimiento” Freud pretende explicar el por qué resulta difícil dar cuenta del sentimiento de culpabilidad producto de la cultura, pues para él, tal sentimiento permanece en gran parte inconsciente, expresándose como un malestar, como un descontento que se trata de atribuir a otros motivos.[1]

 

            En la última parte de El Malestar en la Cultura, Freud se ve ante la necesidad de explicar   -o más bien de aclarar-   los términos de Super-Yo, Conciencia, Sentimiento de Culpabilidad, Necesidad de Castigo y Remordimiento. Veamos sintéticamente a cada uno de ellos: 

 

"El super-yo es una instancia psíquica inferida por nosotros; la conciencia es una de las funciones que le atribuimos, junto a otras; está destinada a vigilar los actos y las intenciones del yo, juzgándolos y ejerciendo una actividad censoria”[2].

 

            El sentimiento de culpabilidad es equivalente al despotismo del super-yo, o al rigor de la conciencia. Según Freud, este sentimiento "es la percepción que tiene el yo de esta vigilancia que se le impone, es su apreciación de las tensiones entre sus propias tendencias y las exigencias del super-yo..." 

            Por más que Freud se esfuerza por aclarar el sentimiento de culpabilidad, este se vuelve cada vez más obscuro -a nuestro modo de ver-   cuando ambiguamente nos habla de la función del yo, pues, ¿de qué manera el yo percibe la vigilancia que se le impone?  ¿Es acaso de modo consciente o inconsciente? ¿Cómo puede apreciar las tensiones entre sus propias tendencias y las exigencias del super-yo si no es de manera consciente?  Y si, por otra parte, se creyera que tanto la percepción como la apreciación es inconsciente, ¿cómo podríamos dar cuenta de ella si permanece inconsciente? 

 

 

            Si la explicación Freudiana se limita al esclarecimiento de la teoría psicoanalítica de los mecanismos de disputa entre los tópicos segundos, creemos que Freud no agrega nada novedoso que no haya dicho ya de otra forma.

 

            La angustia, emergerá luego, como miedo ante la exigencia de castigo que se deriva de la conciencia moral. La necesidad de castigo será entonces "una manifestación instintiva del yo que se ha tornado masoquista bajo la influencia del super-yo sádico; en otros términos, es una parte del impulso a la destrucción interna que posee el yo y que utiliza para establecer un vínculo erótico con el super-yo[3].

                                                

            Para Freud, el sentimiento o la conciencia de culpabilidad[4] es anterior al super-yo y a la conciencia. Asimismo, el sentimiento de culpabilidad es consciente cuando procede del remordimiento de una mala acción, mas no lo es cuando el derivado de la percepción del impulso nocivo permanece inconsciente. En el primer caso se adapta, según Freud, a la historia del sentimiento de culpabilidad, mientras que en el segundo caso es más cercano a la teoría.

 

            Es interesante ver de qué manera toda neurosis o todo síntoma neurótico en la medida en que es una satisfacción sustitutiva de deseos sexuales insatisfechos, oculta inconscientemente gran parte del sentimiento de culpabilidad que refuerza los síntomas en tanto los emplea como castigo. Para Freud "cuando un impulso instintivo sufre la represión, sus elementos libidinales se convierten en síntomas y sus componentes agresivos, en sentimiento de culpabilidad”[5].

 

            El principio del placer es sacrificado cuando el individuo se adapta a la comunidad humana, buscando la felicidad en ella misma.

            La evolución humana es el resultado de la lucha entre la búsqueda de la felicidad   -cuya característica es ser egoísta- y la unión en comunidad, que suele estar abrigado por un sentimiento altruista. En la primera tendencia prevalece el egoísmo, mientras que en la segunda predominan las coerciones.

 

            El proceso cultural tiende a establecer una unidad comunitaria, desplazando a un segundo nivel la felicidad individual; "casi parecería que la creación de una gran comunidad humana podría ser lograda con mayor éxito si se hiciera abstracción de la felicidad individual" [6].

 

            Freud considera posible que el proceso evolutivo individual posea rasgos particulares independientes del proceso cultural de la humanidad.

            Y para reafirmar su hipótesis recurre a un interesante ejemplo: "Tal como el planeta gira en torno a su astro central, además de rotar alrededor del propio eje, así también el individuo participa en el proceso evolutivo de la humanidad, recorriendo el mismo tiempo el camino de su propia vida" [7].

 

            De la misma manera como se enfrentan las dos tendencias opuestas que constituyen la felicidad individual y la unión comunitaria, así también deben de entrar en choque los dos procesos evolutivos (el del individuo y el de la cultura).

            Para Freud estos dos procesos evolutivos no son producto del antagonismo quizá inconciliable entre los instintos primitivos (Eros y Thánatos), sino más bien, dan cuenta de la lucha existente entre el yo y los objetos por el reparto de la economía de la libido.

 

            En el transcurso de El Malestar en la Cultura, cuando Freud nos habla de la neurosis individual nos deja siempre un espacio para pensar en la posibilidad de la existencia de una "neurosis colectiva", porque si no fuese así ¿qué sentido tendría hablar de una neurosis individual si sólo existiese un modalidad neurótica?  De manera implícita, Freud nos deja entrever la existencia de una "neurosis colectiva". Y no será nada explícito hasta en la última parte de esta obra.

 

            La "neurosis colectiva" es derivada de un super-yo colectivo. La comunidad desarrolla un super-yo bajo cuya influencia se produce la evolución cultural. "El super-yo de una época cultural determinada tiene un origen análogo al del super-yo individual, pues se funda en la impresión que han dejado los grandes personajes conductores, los hombres de abrumadora fuerza espiritual o aquellos en los cuales alguna de las aspiraciones humanas básicas llegó a expresarse con máxima energía y pureza, aunque, quizá por eso mismo, muy unilateralmente”[8]. Sin embargo, en tales ocasiones tales personajes son ultrajados y llevados a su idealización hasta después de su muerte. Freud da como ejemplo la figura de Jesucristo (podríamos agregar la figura de Sócrates, de Gandhi, de Sandino y de Ernesto Che Guevara, para citar algunos pocos), porque es según él el ejemplo más cabal de tal doble destino, si no se considera, claro está, como un mito que responde el oscuro recuerdo del parricidio protohistórico.

 

            "Otro elemento coincidente reside en que el super-yo cultural, a entera semejanza del individual, establece rígidos ideales cuya violación es castigada con la 'angustia de conciencia' " [9]. De tal forma que los procesos psíquicos son más accesibles a la conciencia cuando se estudian desde el super-yo cultural y no desde el super-yo individual.

 

            El super-yo es un tirano al que le importa poco el poder rígido que ejerce sobre el yo, es decir, no le interesa la felicidad del yo, pues no toma en cuenta las resistencias contra el cumplimiento de éstos. Por otra parte, restringe la energía instintiva del ello.

 

            Uno de los fines de la terapéutica psicoanalítica consiste en mitigar la influencia del super-yo en la personalidad. Ahora bien, en el plano cultural el super-yo colectivo ejerce prácticamente la misma función represora contra los otros tópicos, imponiendo a la vez preceptos morales que deben acatarse a toda costa, aunque desemboque en la castración de los impulsos y los ideales de felicidad de los individuos. Al super-yo le tiene sin cuidado que tales preceptos sean difíciles de cumplir, pues cree que la influencia del yo sobre el ello es ilimitada; más esto no es cierto, y, lo que, es más, es peligroso que la influencia del yo -por presión del super yo- sea excedida, ya que puede llevar al individuo a la rebelión o a una neurosis, o a su infelicidad.

 

 

            El famoso mandamiento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Es para Freud el ideal moral más absurdo y estúpido en el que se pueda creer o pensar. En esto estamos plenamente de acuerdo con Freud, pues contradice lo real; o a como diría Nietzsche: "se opone a la realidad terrenal...la única realidad" [10].

            Este mandamiento es simplemente imposible de concretar "tamaña inflación del amor no puede menos que menoscabar su valor, pero de ningún modo conseguirá remediar el mal" [11].

 

            Para el super-yo cultural no es importante si el precepto es difícil de lograr, lo importante es que mientras más difícil sea obedecerle, más valor tendrá su obediencia. Sin embargo, Freud afirma -y esto hay que recalcarlo- que aquél que en el estado de la cultura se ajuste a semejante regla, no hará sino colocarse en situación desventajosa frente a todos aquellos que la violen. "La ética basada en la religión, por su parte, nos promete un más allá mejor, pero pienso que predicará en desierto mientras la virtud no rinda sus frutos ya en esta tierra"[12]; nos dice Freud.

 

            Si la evolución cultural es análoga a la evolución individual y si se puede hablar de una neurosis individual, también se puede suponer la existencia de una "neurosis colectiva" que se torna tal bajo la presión de las ambiciones culturales. En este sentido, apunta Freud, es posible la creación de una terapéutica encaminada a desenredar el inconsciente cultural; en otras palabras, el psicoanálisis puede ser aplicado a la cultura.

           

            Hasta el momento el pensamiento freudiano ha brindado las bases para un posterior desenvolvimiento del psicoanálisis social. [13]

            Sin embargo, en cuanto a la aplicación terapéutica de nuestros conocimientos, Sigmund Freud concluye con un sutil cuestionamiento epistemológico ambivalente:

                         

                           "¿De qué serviría el análisis más penetrante de las neurosis sociales, si nadie posee la autoridad necesaria para imponer a las masas la terapia correspondiente? Pese a todas estas dificultades, podemos esperar que algún día alguien se atreva a emprender semejante patología de las comunidades culturales”[14].

 

NOTAS:

 

 

    [1]. A este respecto Freud retoma el tema del "pecado", el cual aparece como producto de un sentimiento de culpabilidad tan caro a las religiones.

    [1]. FREUD, Sigmund: El Malestar en la Cultura. Alianza Editorial. Madrid.(decimoctava reimpresión). 1994. p.77.

    [1]. Ibidem; p.78.

    [1]. "Jamás se debería hablar de conciencia mientras no se haya demostrado la existencia de un super-yo; del sentimiento o de la conciencia de culpabilidad, en cambio, cabe aceptar que existe antes que el super-yo y, en consecuencia, también antes que la conciencia (moral)”. 0p,cit.p.78.

    [1]. Ibid.,p.80.

    [1]. Ibid.,p.82.

    [1]. Ibid.,p.82.

    [1]. Op,cit.p.83.

    [1]. Op,cit.p.84

    [1]. Muchos autores antes que Freud han analizado las implicaciones de tal precepto. Uno de ellos  -y     quizá el más agudo-   es Nietzsche, quien en El Anticristo le da un especial trato.

    [1]. Op,cit.p.85

    [1]. Op,cit.p.p.85-86.

    [1]. Creemos que a este respecto la escuela de Frankfurt ha brindado grandes aportes.

    [1]. Op,cit.p.86.

 

 

 

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Víctor Alvarado Dávila. Magíster Philosophiae. Profesor de Filosofía en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica. Entre los artículos relacionados con el artículo presentado se encuentran:

 

  • Pensamientos de la Muerte: El Suicidio. 2003, Revista “Hoja en Blanco, n°1., Editorial Aire en el Agua editores, s.a., San José, Costa Rica.

 

  • Apuntes Marginados a una Interpretación del Mundo Onírico. 2003, Revista "Tópicos del Humanismo", n°101, Universidad Nacional, Heredia.

 

  • En Relación con el Instinto Sexual Freudiano. 2004, Revista "Tópicos del Humanismo",  n°106, Universidad Nacional, Heredia.

 

  • De la Mala Fe a la Conciencia Cínica. 2005, “Revista Filosofía”, vol  XLIII, no. 109 / 110, Escuela de Filosofía / Universidad de Costa Rica, San José.

 

  • El Resurgir de la Sombra ó el crimen inconcluso del maestro Nietzsche. 2006, Revista "Hoja en Blanco", n° 3, Editorial Aire en el Agua editores, s.a. San José, Costa Rica.

 

  • El Retorno de lo Reprimido: ‘El asesinato del Dios-Padre’. 2007, “Hoja Filosófica”,  (Revista Latinoamericana de Filosofía), nº.17. Escuela de Filosofía / Universidad Nacional, Heredia,

 

  • La Voluntad de Morir. “ K ” , 2008. (Kafka. Revista de Literatua-Arte-Pensamiento). Año 1, no.4. Ediciones Hypatia, S.A. de C.V. México DF.

 

 

LIBRO:

 

  • Víctor Manuel: Ante el Umbral del Autoengaño. Aire en el Agua Editores, s.a., 1ª.ed, San José, 2007.

 


[1]  Originalmente impresa como: Neurosis Colectiva. 2008, Tópicos del Humanismo”, no. 153. Universidad Nacional. Heredia.


  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  [1]. A este respecto Freud retoma el tema del "pecado", el cual aparece como producto de un sentimiento de culpabilidad tan caro a las religiones.

    [2]. FREUD, Sigmund: El Malestar en la Cultura. Alianza Editorial. Madrid.(decimoctava reimpresión). 1994. p.77.

    [3]. Ibidem; p.78.

    [4]. "Jamás se debería hablar de conciencia mientras no se haya demostrado la existencia de un super-yo; del sentimiento o de la conciencia de culpabilidad, en cambio, cabe aceptar que existe antes que el super-yo y, en consecuencia, también antes que la conciencia (moral)”. 0p,cit.p.78.

    [5]. Ibid.,p.80.

    [6]. Ibid.,p.82.

    [7]. Ibid.,p.82.

    [8]. Op,cit.p.83.

    [9]. Op,cit.p.84

    [10]. Muchos autores antes que Freud han analizado las implicaciones de tal precepto. Uno de ellos  -y     quizá el más agudo-   es Nietzsche, quien en El Anticristo le da un especial trato.

    [11]. Op,cit.p.85

    [12]. Op,cit.p.p.85-86.

    [13]. Creemos que a este respecto la escuela de Frankfurt ha brindado grandes aportes.

    [14]. Op,cit.p.86.

 
 
 

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