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Lo Inevitable

  • VícTor ManueL AD
  • 10 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

En un cuchitril comprimido vivimos doce, tres son mujeres. Imbuidos en nuestro quehacer, estamos casi acostumbrados a la resignación. Y ante la irrupción de los dos agentes ni siquiera nos compartimos las miradas. Uno se sienta a la par mía, ante el mini escritorio. El agente saca una maquinilla para contactar una llamada. El otro, hace lo mismo ubicándose adelante, a la par de uno de mis compañeros. Los demás continúan con lo suyo, y de repente surge en mí un halito de libertad. Y pregunto…más bien interpelo –lo más respetuoso posible– qué es lo que ellos pretenden. El más grande y fuerte de los dos se levanta, y se dirige despacio hacia la ventana, cierra las cortinas y la puerta. Es una situación límite. Se vendrán hacia mí. Ya no hay nada que hacer. No hay opciones. Me ubico rápido con la espalda a la pared. Tomo una silla y la reviento contra la ventana. Los vidrios estallan. Miro sus armas y sus chalecos antibalas. Grito fuerte, muy fuerte ¡auxilio!, ¡auxilio! Y les digo a los demás que huyan. En ese momento veo que el otro agente está en la cocina con el arma puesta en la sien de una de las nuestras, le dispara, los demás salen corriendo. Yo salgo de último, y una vez en la acera, nos percatamos que ya no hay remedio. Los que hemos salido retornamos a la cocina. Yo quiero matar, deseo matar a uno de ellos, pues yo ya estoy muerto. Al entrar a la cocina los demás apalean al agente que está con vida. El otro ya ha sido asesinado a golpes luego de que este aniquiló a la otra víctima, nuestra otra compañera. Yo me frustro, porque no me dio tiempo de matar al segundo. Hemos perdido a dos amigas. Los dos agentes ya habían tomado a la tercera de ellas desgajando sus ropas, más no lograron acabar con ella. Tengo fuerza, una fuerza contenida, mis músculos están hinchados y las venas de mis brazos están expandidas y verdes. Ahora nos toca esperar. Vendrán por nosotros. Yo nunca he estado tan fuerte como ahora. Mi cuerpo está vigoroso. Yo también pido sangre. Ansío lo inevitable.

 
 
 

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