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El arte Zaguate

  • Víctor Manuel
  • 23 may
  • 11 Min. de lectura

Actualizado: hace 11 horas


EL ARTE ZAHUATE[1]

 

Víctor Alvarado 



PREÁMBULO

¡...pero todos mis zahuates son diferentes!”

 

Los animales de raza pura responden a características rígidas, casi matemáticas. El porte, la ubicación y el tamaño de sus colmillos y garras son cosas muy importantes. Y aunque sean muy delicados y enfermizos sólo han de mezclarse entre sí para guardar la pureza de su sangre. En el mercado son muy caros, es por eso que para asegurarse de que se ha comprado un animal de pura raza es menester revisar el pedigrí.  Y no importa que tengamos que gastar cuantiosas sumas de dinero para comprarles los alimentos, medicinas, juguetes y atuendos que ellos necesiten, y si es necesario pagar el mejor especialista veterinario a su cuido, hay que hacerlo; incluso a su muerte sería muy amoroso darle una sepultura digna en el mejor cementerio para perros. Nada de eso importa con tal de tener un pura sangre como mascota.

Pero, ¿qué es un zahuate? Bueno, no es por nada, pero son los perros más lindos y versátiles que hay. Los hay de todos los tamaños, olores y colores, y dicen los genetistas que fisiológicamente son los más fuertes y los que más fácilmente se adaptan a nuevas condiciones. En realidad, son los más aptos para la supervivencia, y aunque están en todas partes yo quiero más a los que transitan por las calles de América latina y experimentan con las gentes las más intensas contradicciones de nuestra condición humana.

            El arte en América Latina es un arte zahuate, mestizo, híbrido, asustado, confuso e inseguro, pero es el que tenemos. Se ha ido tras la búsqueda de sus genes, de sus relaciones incestuosas y hasta de sus violaciones traumáticas.

            Una gran cantidad de autores han querido dar cuenta de la genealogía latinoamericana, que hasta felizmente se han remontado a los datos de la arqueología para decir:

" Nuestro continente fue siempre un lugar de inmigrantes. No hay indicios de que en su suelo también hubiese habido una evolución de los primates al ser humano. Lo impidieron razones de tiempo, esto es, de formación geológica, posiblemente tardía. Como es harto sabido, los primeros habitantes de América vinieron de Asia por el estrecho de Bering y llegaron en varias oleadas y con diferentes grados de evolución cultural"... "En sentido estricto, no existe el hombre americano por formación filogenética en nuestro continente: existe por nacimiento y por ontogénesis en algún lugar americano y también por inmigración. No cabe, pues, hablar de americanos autóctonos, oriundos u originarios de nuestro continente, sino de americanos nativos. Los primeros seres humanos nacidos en América fueron hijos de foráneos "[2] 

 

Aun partiendo de las buenas intenciones del autor, se le olvida decir también que en términos estrictos no existe el hombre europeo, y que el continente europeo occidental ha sido siempre un lugar de inmigrantes, que no se puede hablar de europeos autóctonos, oriundos u originarios y que los primeros seres humanos nacidos en Europa fueron también hijos de foráneos, y que en última instancia solo se puede hablar en términos casi estrictos, de africanos u asiáticos originarios[3].






NI LO UNO NI LO OTRO

 

Todos los pueblos de América Latina comparten una problemática esencial que gira en torno a una interrogante existencial: ¿Quiénes somos?, ¿qué es lo que constituye nuestro ser? Obviamente somos fruto de un desgarre, de una invasión o violación cultural. Por nuestras venas corre la sangre indígena, negra y blanca (europea). El mestizaje es nuestro color de piel, y sin embargo, no somos ni lo uno ni lo otro, nuestra raza es zahuate. Supervivientes del caos, buscamos por todas partes la identidad perdida.

He ahí nuestra crisis, pero también nuestro garrafal error. Hemos indagado mal.

¡"Identidad"!: La primera trampa asumida de un vocablo escabroso.

¿Qué es la "identidad”? ¿Responde acaso a lo "idéntico a sí mismo”? Si esto fuese el caso, el problema no sería tan difícil de responder. Decir "yo soy lo que soy" es ya una tautología que no agrega nada al conocimiento de sí mismo, y, sin embargo, luego del rompimiento del sujeto moderno, ni siquiera podemos dar cuenta total de lo que somos. Es la idea de totalidad la otra trampa en la que caemos, sin percatarnos que tal aspiración responde a uno de los ideales fallidos de la modernidad. En última instancia no podemos vernos desde arriba. Necesitamos al otro, que nos da cuenta - a su manera - de nuestro ser fragmentado. Y, sin embargo, el otro -más cercano o lejano a nuestra condición humana- no nos es suficiente. Las valoraciones del otro parten también de un condicionamiento un tanto distinto al nuestro. El otro es víctima también de errores y prejuicios que lo sobrepasan. Curiosamente, que el otro sea idéntico a sí mismo, no es en realidad nada significativo. El "conócete a ti mismo" que implícitamente fantasea con la totalidad del ser (antropológico), es una empresa inacabada y fallida, incluso si tomamos en cuenta la práctica psicoanalítica [4].

La pregunta en torno a la identidad latinoamericana ha de enfocarse en términos identitarios, en tanto identificación dialéctica con lo similar pero diferente a mí.

El método dialéctico positivo –nada que ver con el positivismo lógico- implica primero la afirmación de mí mismo al negar ser lo otro. Mientras que el recurso dialéctico negativo implica la afirmación de lo otro negándome a mí mismo. Podría pensarse que el proceder dialéctico al que apunto es superfluo e insignificante, si en términos generales se nos replica que el método dialéctico presupone ya la lógica de la afirmación y la negación en constante devenir. Mas consideramos que en este caso el orden de los factores sí altera el resultado.

Por ejemplo, cuando los profesores de filosofía en América Latina se preguntaban acerca de si existía o no filosofía latinoamericana, me parece que desde un principio se estaban poniendo la cuerda al cuello, al embarrar la cancha antes de empezar el juego.

Desde antes de la discusión empezaron perdiendo al asumir la existencia de una filosofía no latinoamericana, como si existiera en términos estrictos una filosofía griega, italiana, española, francesa o alemana. El proceder de estos académicos llevaba el virus de la unidad, de la totalidad y la substancia. Y a pesar de que la divagación filosófica posee sus características propias frente a la inapropiada y mal llamada "filosofía oriental" ( visión mística, mágica-religiosa y dogmática), se les olvidó que la filosofía nacida en occidente pero inspirada en algunas creencias orientales ( la teoría la transmigración de las almas, para citar solo una entre muchas) se puede emprender  -en tanto práctica-  en cualquier parte del mundo, aunque responda a "reglas" fundadas por la "racionalidad occidental". Basta recordar que hablar de racionalidad occidental u oriental resulta ahora algo gratuito, puesto que, lo que se supone que fue una característica propia de la divagación de un continente frente a otro, se encuentra cada vez más esparcido, tal es así que, creencias, lógicas y visiones de mundo que se creían propias de oriente, se pueden dar en este momento, en cualquier parte del mundo.

Los lentes alterados con los que aquellos filósofos latinoamericanos asumían la cuestión,  no les permitía "ver" (entender), que la filosofía no es nada sin el filosofar, lo que supone una práctica muy específica del pensamiento autocrítico,  y que lo importante no estaba en preguntarse si existía una filosofía latinoamericana, sino más bien cómo y sobre qué tópicos filosofan  los seres humanos que inmersos desde condiciones particulares latinoamericanas aprehenden y revelan el mundo...su mundo.

 

Evidentemente, la crisis de la identidad latinoamericana no solo se plantea en el quehacer filosófico, sino también en todos los órdenes de la cultura, porque bien sabido es que toda creación humana manifiesta explícita o implícitamente la identidad de todos los pueblos del mundo. Pero siempre y cuando entendamos la "identidad” - a como lo dijimos en líneas anteriores- en tanto identificación, lo que me conduce a afirmar que es más apropiado hablar de "identificación latinoamericana" ... ¡aunque no suene tan bonito!

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Muchos estudiosos del arte latinoamericano parten de un prejuicio a priori al enfocar el análisis en la heterogeneidad, hibridación y “racionalidad diferente contradictoria” que supone el arte y la cultura en América Latina. 

Sin negar la hibridación del arte latinoamericano, el prejuicio consiste en creer ‘inconscientemente’ que en Europa la cultura no es híbrida, heterogénea y contradictoria. Lo que sucede es que, si bien históricamente se experimentó y se experimenta en Europa racionalidades y visiones heterogéneas contrapuestas, siempre ha de predominar una visión que caracterice la concepción cultural europea, la cual consiste finalmente en la óptica de los sectores más fuertes, que se impusieron ahí y que posteriormente extienden sus tentáculos por el resto del mundo, incluyendo a América Latina[5].

 

Por consiguiente, ni lo contradictorio, lo heterogéneo y lo híbrido, constituyen la esencia particular de América Latina, ni la de ningún país del mundo. La particularidad consiste en la manera como se asumen tales dualidades, en la forma que en América Latina se aprehende mediante el arte y la cultura en general, las contradicciones y el cuestionamiento de su “ser-en-el- mundo” (identificación no identidad).

 

De ahí que las características propias a tratar por el arte y la filosofía, ha de consistir más bien en el tratamiento de lo universal, bajo la óptica de las condiciones particulares y no al revés; es decir, que el proceder en este caso es más de aprehensión estética inductiva   -nada que ver con el “conocimiento” en tanto otro ideal moderno- que deductiva; en donde la estética dialéctica parta del sentimiento hacia fuera y no del conocimiento erudito moderno hacia dentro.

 

El sentido del arte latinoamericano ha de buscarse en el tratamiento particular que haga el artista latinoamericano desde la conciencia reflexiva intuitiva de su condicionamiento histórico-social; revelando, eso sí, el color y la atmósfera aprehendida, a la par de la obsesión intelectual por definirse a sí mismo en tanto (identificación) latinoamericano.

 

Ahora bien, si planteamos tales cuestiones desde otra óptica, nace la interrogante siguiente:        ¿Por qué intencionalmente se ha de integrar lo universal a lo particular cuando lo universal no es más que una abstracción producto de las vivencias y visiones particulares? ¿Qué es lo universal? 

Respuesta: “Lo que todo ser humano es capaz de experimentar: sus dudas e interrogantes, sus sueños, aspiraciones, proyectos y emociones. 

¿Qué es lo particular?

-           “Sus respuestas, acciones, actitudes y formas de enfrentar lo universal”

 

O, en otras palabras, lo universal es lo que todo ser humano puede experimentar, y lo particular es la manera como se vive lo experimentado –condicionado por la situación existencial temporal.  Experimento el amor, el odio, el desamparo y la vergüenza, etc., de manera distinta a mi hermano gemelo, porque las condiciones externas de mi experiencia se dan bajo matices aprehensivos diferentes.

 

En última instancia lo relevante es lo particular, es decir, las condiciones existenciales.

 

 

LA GRAN EXPIACIÓN, EL GRAN RESCATE: 
DEL PASADO ANCESTRAL “INDÍGENA” AL ARTE POPULAR

 

La búsqueda por dar cuenta de la identidad latinoamericana en materia de arte ha llevado a los intelectuales a enfatizar en primer lugar la reivindicación del pasado ancestral cultural “indígena”; y en segundo lugar al discurso de rescate de lo popular artístico. Y, sin embargo, ambas pretensiones considero que han sido fallidas.

 

Por un lado, se ha visto como algo positivo del ideal de cultura planteado por la modernidad, el sacar a la luz un pasado que nos pertenece a medias y que se obtiene artificialmente [6].

 

Después de todo, es la lucha o la fluctuación anímica, intelectual, comprensiva y reivindicatoria de un ser que asimismo negó y medio sepultó otra parte de su ser.

Y ahora, mediante un proceso de expiación -por lo demás significativo- trata de reivindicar y hasta de rescatar, la sangre y la memoria diluida, fragmentada y construida ilusoriamente.

Se pinta entonces “lo indígena” con cierto derecho auto asumido, pues en última instancia mis facciones, mi color de piel, mi sangre y mis ancestros “dan cuenta” de “mi pasado” “indígena” que ya no me pertenece del todo. Y sin embargo, me apropio de lo “indígena” no desde “mi ser indígena”, no desde “mi pasado indígena”, no desde “mi conciencia indígena”, y en síntesis; no desde “lo que me queda de indígena”, sino más bien desde “mi ser occidental”, desde “mi blanquitud”, desde mi ser como “hombre culto”. ¡Hermoso recurso al autoengaño!......pero no por eso inválido, pues en última instancia, cualquiera tiene derecho de alimentar sus fantasmas.

 

Por otra parte, la integración que se hace de lo popular con un tratamiento “culto” no es una manera efectiva de legitimar lo popular, pues finalmente lo popular sigue siendo un objeto -por lo demás pasivo-, al ser moldeado, estructurado o esculpido desde la óptica moderna.

Lo que quiero decir es que desde el momento en que se purifica lo popular por el colador de los ideales de la cultura moderna, nunca se entrega lo popular en su pureza íntegra, porque eso sería un tanto “grosero”, “grotesco”, “poco refinado”, “de mal gusto”.

En última instancia, se trata de embellecer lo popular desde los ideales estéticos y estilísticos predominantes.

Esto me lleva a sostener que “lo popular” masificado o integrado en la alta cultura entra en contradicción con lo popular mismo, y es precisamente desde la lógica de esta contradicción que es un absurdo hablar de tal integración.

 

Por último, lo que se entrega no es más que otra modalidad de expresión del arte culto, que utiliza “lo exótico popular” -desde la excitación moderna- como un artículo desechable en cualquier momento. De ahí que en la era de la globalización postmoderna las prácticas ancestrales de los pueblos, se ofrecen metamorfoseadas al mercado para complacer al espectador domesticado. Lo estrictamente popular se camufla con afeites visuales y auditivos a los que el espectador está acostumbrado; para adaptar su “nuevo gusto” al nuevo producto, con el objetivo de que el espectador se constituya al mismo tiempo en un comprador potencial, o en su defecto en un deseante admirador más.

 

Bajo el decir “¡qué exótico!” se revela un nuevo producto, casi como el último grito de la moda, en materia de arte culto masificado, porque ahora es claro -al menos para mí- que hasta el arte culto se masifica, se vulgariza, quedando del antiguo “arte de élite” la cáscara o la “esencia” ficticia -que al fin y al cabo es lo mismo- como elemento ritual-religioso, que gira en torno a la antigua disputa entre el original y la copia.

 

El recurso estilístico con el que se transmuta lo popular es lo que brinda -gracias a sus artificios- cierta dignidad a lo vulgar, lo que nos lleva a asegurar que el recurso de la cultura es siempre el sujeto, lo activo.

 

En síntesis, los artistas latinoamericanos que pretenden integrar la vivencia existencial desde América Latina a sus experiencias internacionales no hacen más que considerar explícita o implícitamente la superioridad artística y cultural de la autoridad en boga, al mismo tiempo que reconocen la inferioridad de los bienes culturales o simbólicos de las periferias.

Al optar por “lo culto” desvalorizan lo popular. Y sin embargo, puede que ante tales dilemas no exista salida alguna.

 

De cualquier forma, la colonización sigue trabajando sutilmente (religiosidad artística) a través de la educación; a través de la academización universitaria de las artes, las letras y la filosofía; a través de la institucionalización estatal con sus premios, reconocimientos y honores, y a través de la industria del mercado artístico con sus promociones y recompensas económicas.

 

El artista latinoamericano educado en una sociedad que niega su genio y lo domestica mediante reglas y técnicas estilísticas, emerge contaminado por dogmas ideológicos que hacen que asuma y vea con naturalidad la superioridad de los grandes especialistas del arte, al tiempo que explícita o implícitamente llega a creer en la jerarquía de lo culto sobre lo vulgar.

 

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[1] Originalmente impreso como: El Arte Zahuate. 2008. “K” (Kafka, Revista de Literatura-Arte-Pensamiento). Año 2, nº 4. Ediciones Hypatia, S.A. de C.V. México DF.


[2] Acha, Juan: Las culturas estéticas de América Latina, 1993, p.25)

[3] "La mayoría de los expertos cree que la fértil África dio origen a los primeros homínidos...Una teoría muy difundida dice que el Homo erectus fue el primer homínido en aventurarse más allá de África, dejando un rastro de sus propios huesos y herramientas de piedra (...) Sin embargo, es posible que el Homo erectus no fuera el primer explorador; nuevas y controvertidas evidencias, de datación muy temprana, han convencido a algunos científicos de que una especie de Homo más antigua apareció en Asia cuando el erectus surgía en África” ( Gore, Rick: Los Primeros Pasos / Mundos de Expansión, 1997, p.70., en  National Geographic en Español. "Los Orígenes del Hombre: De los primeros homínidos al Homo Sapiens". Edición especial, 2002)

[4] El inconsciente (el "saber lo que no se sabe”), reino de un pozo profundo, nos extravía aún más, es decir, que mientras más nos "conocemos" más nos percatamos de lo que "nos ignoramos". Mientras más sabemos más ignoramos.


[5] Si creyésemos en la hibridación como un fenómeno particular del arte latinoamericano esto nos llevaría a pensar que si contemporáneamente el arte postmoderno se caracteriza por  la hibridez de estilos, tendencias y orientaciones  constantes, este arte ha sido irónicamente el arte por esencia en América Latina, antes de ser euro-norteamericano, con la única diferencia que en lugar de hablar de postmodernidad se ha hecho mención del "arte mestizo", lo que implícitamente supone lo híbrido, lo irracional y lo absurdo, si hacemos eco de las categorías discursivas de occidente.

[6] Pero en última instancia ¿qué es el arte sino un “art-i-ficio”?

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