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Pensamientos de la Muerte: El Suicidio

  • Víctor Manuel
  • 23 may
  • 24 Min. de lectura

Actualizado: hace 15 horas


PENSAMIENTOS DE LA MUERTE: EL SUICIDIO [1]

                                                          

 Víctor Alvarado


 I. EL FENÓMENO DEL SUICIDIO Y SU ESTUDIO

            Emile Durkheim, en su estudio sociológico sobre el suicidio, refuta todas aquellas teorías que intentan «explicar las variaciones de grupo en el número de suicidios a base de factores psicológicos, biológicos, " raciales, ", genéticos, climáticos o geográficos» [2] . Para él, la unidad de análisis es la sociedad* no el individuo. Empezaremos, por ello, con este enfoque.

 

            Durkheim, con base a su análisis dedujo tres categorías de suicidios, que son: El Suicidio Egoísta, el Suicidio Altruista y el Anómico. En el primero, el cordón que une al hombre con la vida social se afloja, adquiriendo más fuerza el egoísmo, el cual actúa como su fuerza generadora. El Suicidio Egoísta es el estado en que se encuentra el yo cuando vive su vida personal, no obedeciendo más que a su propia conciencia. Este suicidio encuentra su raíz en que los hombres no perciben ya la razón de estar en la vida. Por su parte, el Suicidio Altruista «se encuentra en sociedades rígidamente estructuradas que ponen por encima del individuo un código de deberes de sentido grupal, y hacen del sacrificio por el grupo una exigencia moral» [3].

Para Durkheim, el Suicidio Altruista se lleva a cabo, por la vergüenza que se apodera de aquél que ha quebrantado las reglas del grupo al que pertenece. En el Suicidio Altruista, el hombre también se mata, porque cree que ese es su deber; aspecto muy distinto, a que se aniquile porque se otorgue el derecho de hacerlo. Ahora bien, si falta a esta obligación es castigado con el deshonor y generalmente más a menudo, con penas religiosas; con esto sostenemos que la sociedad hace presión sobre él para que se destruya. Durkheim menciona tres categorías:

" l. Suicidios de hombres llegados al dintel de la vejez o atacados de enfermedad.

2. Suicidios de mujeres a la muerte de su marido.

3. Suicidios de clientes o de servidores, a la muerte de sus jefes " [4].

 

            El Suicidio Altruista, no siempre es necesariamente obligatorio; hay ciertos suicidios de este tipo que no están expresamente impuestos por la sociedad, que poseen un carácter más facultativo. El Suicidio Altruista, en contraposición al Suicidio Egoísta, es aquel en que «el yo no se pertenece, en que se confunde con otra cosa que no es él, en que el polo de su conducta está situado fuera de él, en uno de los grupos de que forma parte» [5].

            Por último, para la comprensión del " Suicidio Anómico " hemos de recordar que esta expresión fue inventada por Durkheim, al igual que el concepto de anomía que luego fue introducido al aparato conceptual de la sociología. Según Díaz Sánchez «la anomía, como estado social, es una falta de dirección, que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el individuo se corresponden con un desconcierto o inseguridad.» ..." La anomía es un estado de sociedad en el que los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza”[6]. El Suicidio Anómico, al igual que el Suicidio Egoísta, se da porque la sociedad no está muy presente en las individualidades.

 

            Por otra parte, Durkheim, en base a su investigación sociológica, descubre una nueva clase de suicidio: El Suicidio pasional, el cual actúa por la cólera o por todo lo que atañe a la decepción. Este tipo de suicidio no se lleva a cabo por el entusiasmo, la fe religiosa, moral o política, o bien por alguna virtud militar. El Suicidio Pasional se caracteriza por la exasperación del suicida; bien porque es arrojado a una situación inferior a la que no estaba acostumbrado y que presiente que no soportará; o bien, porque siente que se le escapa una situación fuera de su control; se exaspera tanto contra la causa (lo externo) como contra sí mismo, volviéndose primero contra la causante de su ruina y luego sobre el arruinado: él. Entonces aniquila la causa y luego se mata. " Si él mismo se reconoce como el autor responsable de la catástrofe, la tomará consigo mismo; si no, con otro. En el primer caso, no tendrá más medio que el suicidio; en el segundo, podrá éste ser precedido de un homicidio o de alguna otra manifestación violenta" [7]. 

            Según Durkheim, el tipo de transtornos que experimenta el suicida pasional, le produce un estado de sobre-exitación aguda, que tiende necesariamente a aliviarse por actos destructivos. Durkheim descubre también otro tipo de suicidio, en donde actúa tanto el egoísmo como la anomia, pues no resulta nada extraño que un individuo experimente ambas inclinaciones o motivos. La anomía puede también asociarse al altruísmo, pues una misma crisis puede destrozar el ligamiento que hay entre el hombre y su medio, poniendo en crisis sus disposiciones altruistas que lo pueden incitar al suicidio. Durkheim nos dice que este es el caso de los judíos que se mataron en masa al ser tomado Jerusalén por los romanos. El suicidio fue tanto por la victoria de los otros, que los someterían a ser súbditos y tributarios de Roma como también por la amenaza de cambiar al género de vida del que estaban acostumbrados, pero también porque amaban su ciudad y sus cultos para sobrevivir al aniquilamiento probable de uno y otro. De la misma manera, hay hombres que al prever la ruina se matan, tanto porque saben que su estilo de vida será sustituido, como por evitar a su nombre y su familia la vergüenza de la quiebra.

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            ђasta el momento hemos presentado la temática del suicidio como un fenómeno social que compete a las individualidades, mostrando su análisis desde la ciencia social (sociología). Pero a pesar de que el suicidio es un hecho real no sólo probado estadísticamente, no hemos ahondado aún si el suicidio es normal o no lo es. Es evidente que podemos recurrir a Durkheim, pero creemos que este enfoque no es tan profundo en el autor como en los otros aspectos de su investigación. Sin embargo, no dejando de lado la visión sociológica, recurriremos ahora, al enfrentamiento entre Enrique Ferri y los científicos sociales que califican al suicidio como inmoral.

 

            En la " Nueva Antología " (1893-1894) se escribe que " el suicidio es un acto inmoral, porque es antinatural; por ello, no puede ser un acto jurídico, ya que el derecho no puede reconocer lo que la ley ética absolutamente prohibe " [8] . Enrique Ferri contesta que si bien el suicidio es una desgracia, no considera que éste sea un acto inmoral. Para Ferri, el suicidio es una desgracia como la locura, la cual se asocia muchas veces con el suicidio; así como cualquier otra debilidad física o moral; pero esta debilidad no se le puede achacar a la voluntad inmoral del suicida. Y por esto " el suicidio no es un hecho antinatural, contrario a las leyes de la Naturaleza, al instinto de la propia conservación. Ya todo lo que sucede en la Naturaleza es natural, y el suicidio mismo, es, por lo demás, la prueba de hecho de que en quien lo perpetra (y para juzgarle es necesario tener en cuenta sus condiciones y no las nuestras), el instinto de conservación ha disminuido " [9].  Para sustentar su tesis Ferri recurre a negar la " ley moral absoluta " formulada por los filósofos aprioristas. Según él, la ley ética " es el efecto de la conciencia popular, y varía según las circunstancias de tiempo y lugar " [10].

            Con ello Ferri sostiene que ni el suicidio es inmoral, ni se debería castigar al que falla en su intento, pues no es, el acto, ni antinatural ni inmoral. " Esto es respuesta, también, a Sabatini (" Atentado contra la propia vida, 1902). La crítica de Ferri, también toca a Caluci, el cual “prevé, para el derecho establecido de matarse, la imposición a priori, de un límite, en virtud del cual caiga respecto de ese derecho, una sanción moral por el hecho de aquel que, menospreciando parientes, amigos y aún lo pernicioso del ejemplo, débilmente abandona la vida. "[11].

            La respuesta de Ferri es la misma, pues para él, tanto la visión de la " Nueva Antología “, como la de Sabatini, Caluci y otros, es un defecto de la moderna conciencia moral respecto al suicidio.

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Hay quienes censuran el suicidio, en razón a valores absolutos a priori, o en razón a aquellos que sobreviven y son afectados por la muerte del suicida, pero hay pocos que censuran el suicidio en razón a una apuesta entre el hombre y el mundo. Y este es el caso del filósofo argelino y Premio Nobel de Literatura; Albert Camus. Esto nos puede confundir al principio; pero eso es efecto de la táctica de un pensador agudo.

            Para empezar, citemos a Camus, que hace referencia al estudio del suicidio, como hasta ahora lo hemos llevado a cabo. Camus nos dice: " Nunca se ha tratado del suicidio sino como de un fenómeno social. Por el contrario, aquí se trata, para comenzar, de la relación entre el pensamiento individual y el suicidio. Un acto como este se prepara en el silencio del corazón, lo mismo que una gran obra " [12].  “En el silencio del corazón”; sí, por eso no se excluye (aunque rara vez), que ciertas gentes se suiciden por reflexión.

            Matarse, para Camus, es confesar, " confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se comprende esta"... " Es solamente confesar que eso " no merece la pena " [13]. 

            En ningún momento, Camus niega los "suicidios políticos llamados de protesta en la revolución”, que nos recuerdan al "suicidio altruista" del que hablaba Durkheim. Sin embargo, por un motivo o por otro, el "morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento " [14].

 

            Albert Camus, en todo su ensayo " El Mito de Sísifo ", en donde aborda la relación entre lo absurdo y el suicidio y la justa medida en que el suicidio es una solución de lo absurdo, trata con suma cautela, aún a aquellos pensadores que tras defender y elogiar el suicidio teóricamente, nunca han enseñado con el ejemplo de caer bajo sus propias manos. Pues ninguno de los pensadores que negaban un sentido de la vida*   " salvo Kirilov que pertenece a la literatura, Peregrinos que nace de la leyenda. y Jules Lequier, que surge de la hipótesis" [15], llevó su lógica hasta el final. Sin embargo, para Camus, no hay motivo para burlas, pues no tomar en serio lo trágico no es tan grave, aunque se termine juzgando a quien lo adopta. Este es el caso de Shopenhauer " quien elogiaba el suicidio ante una mesa bien prevista ".

            Resulta evidente para Camus que aquellos que se suicidan generalmente creen estar seguros del sentido de la vida. El suicida considera que no vale la pena el vivir más la vida. Pero Camus se pregunta: ¿aún aceptando el sin sentido de la vida, " lo absurdo impone la muerte “? Este es el problema.

 

      Para Albert Camus la vida en sí, es un absurdo; pero la vida no es el mundo, ni tampoco el hombre como tal, por lo tanto, el absurdo no es tampoco ni el mundo ni el hombre, sino más bien, el resultado de la confrontación entre el hombre y el mundo; entre un hombre que le grita al cielo y un cielo sordo que no responde. Camus postula como su ideal de hombre, al hombre absurdo, o sea, aquél que es consciente de sus límites... del absurdo; aquél que le sigue gritando al cielo a sabiendas de que el cielo no responderá. El hombre absurdo es Sísifo, aquél que le apuesta al absurdo y jamás afloja. El hombre absurdo es aquél que se aferra con toda pasión al mundo sin renunciar al absurdo que envuelve su vida. Si el hombre absurdo no renuncia al absurdo, no renuncia entonces a la vida. Aquí podemos encontrar la moral camussiana de la cantidad que se opone a la " moral estoica de la calidad”.

            Para Albert Camus, " el suicidio es un desconocimiento. El hombre absurdo no puede sino agotarlo todo y agotarse "[16], pues vivir es hacer que viva el absurdo.

 

 

 

 

II.   SÉNECA: UN PENSADOR DE LA MUERTE

 

            El problema del suicidio, no es independiente del pensamiento ético del estoicismo. Pero, la temática de la muerte tiene más peso sobre la temática del suicidio. Es obvio que el segundo no se puede concebir sin el primero. Séneca es un pensador de la vida, y por ende de la muerte. Profundiza muy agudo lo que implica el suicidio, o más bien, la opción de acudir a el.

            Antes de adentrarnos en su estudio, aclaremos nuestro proceder; que será de la muerte al suicidio y del suicidio a la muerte, sin descartar por supuesto el ideal de vida del sabio.

            Para Séneca, la muerte sería de temer si se involucrara directamente con uno, pero ella pasará de largo, nunca nos alcanzará.

            La vida es un abandono, no hay que pensar mucho en prolongarla ni tampoco hay que atarse en demasía a los bienes terrenales. Séneca llama " dueño de su vida, " a aquel que desprecie su propia vida. Y Sócrates es un claro ejemplo que personifica este ideal, " Sócrates disertó en la cárcel; pudo escapar con toda seguridad y no quiso, para quitarles a los hombres el miedo a dos males tan temidos como la prisión y la muerte" [17].

            Catón es el otro héroe del suicidio. Séneca nos atestigua: " Cuando hablamos del desprecio de la muerte me citaréis a Catón. - ¿Y por qué no? ¿Quién me impide pintarlo en su postrera noche, con un Platón en las manos y el puñal dispuesto? Eran los dos recursos que se había procurado en el momento crítico: la voluntad de morir y el instrumento de muerte " [18].

            Pero no sólo los Héroes han tenido el valor de darse muerte en momentos críticos, también los hay que, siendo cobardes, mueren por último con gran valentía, " es el caso de Escipión, el suegro de Pompeyo. Los contrarios vientos lo llevaron a la costa de Africa, y próximo a caer en manos del enemigo, se atravesó con su espada. Alguien preguntó donde estaba el general y él mismo respondió: " Está salvado " [19].

            Séneca al hablar con su amigo Lucilio, le aconseja pasar toda la vida aprendiendo a bien vivir y que, sin odiar la vida, no hay que temer la muerte. Séneca promulga un suicidio reflexivo que se llegue a el por la meditación, no por el impulso o la cólera; hay que impedir darle rienda suelta a “la pasión de morir."  " El hombre valeroso, como el sabio, no huye de la vida; sale de ella " [20]. El amar la vida implica para el estoico, aceptar de buen grado o morir alguna vez; pues la muerte no es independiente de la vida, ya que la muerte es el último puerto de espera de la vida. Temer la muerte es una locura. No se puede temer la muerte por lo incierto, no hay cosa más cierta que ella. " Se teme lo incierto, lo dudoso; lo cierto, lo seguro, no cabe más que esperarlo”[21] .

            Generalmente Séneca recuerda que la naturaleza misma se somete a las leyes que ella impone: crea para disolver, disuelve para crear " [22].

 

            Hasta ahora, Séneca ha hablado de la idea de la muerte, o de la muerte de los otros, pero ya a edad madura, sostiene que está preparado para la muerte, que ya ha vivido mucho, y que espera la muerte como un hombre satisfecho, porque aprendió a vivirla y la vivió bien. En momentos en que le hablaba a Lucilio: " Antes de envejecer pensaba en vivir bien; ahora no pienso más que en bien morir. Porque morir sin pena es morir bien." [23].

            Para Séneca, si bien la vida nos lleva al último camino, que es la muerte, no es forzoso conservar la vida pues lo importante no es vivir mucho, sino vivir bien. Hay que intentar ser como el sabio, que vive lo que debe y no lo que puede. Aquí la moral de calidad encontrará su adversario en la moral de la cantidad, representada por Albert Camus, posición tan consecuente como la que sostiene Séneca. El darse la muerte o recibirla, culminar un poco antes o después, es indiferente para el sabio. Para este, no hay en eso nada de aterrador, pues ¿Qué importa perder lo que se nos va escapando gota a gota? Morir más pronto o más tarde, es cosa indiferente; lo importante es morir bien o mal. Y ¿qué es morir bien? Sustraerse al peligro de vivir mal " [24].

            Si la muerte que entrevemos para nosotros nos da cuenta de malos augurios, es preferible darse una muerte sin tormentos, pues si la vida más larga no siempre es la mejor, tanto más aún, la muerte sí que es tanto peor cuanto más larga. La muerte que se debe de dar el sabio, es la muerte que más le guste; mientras se puede, mientras las circunstancias lo permitan, pero si no es así, basta querer para morir, pues aún " la muerte más sucia es preferible siempre a la esclavitud más elegante " [25]. " No hay obstáculo para el que quiera libertarse de la vida. La naturaleza no nos tiene aprisionados: aquel a quien su posición se lo permite, puede buscar una salida cómoda; el que disponga de diversos medios puede elegir el que sea más favorable; pero el que carece de facilidades, piensa con buen juicio que la mejor ocasión es la primera que se le presenta, y debe aprovecharla por rara y original que parezca " ... " Es magnánimo el hombre que no solamente se decide a morir, sino que sabe encontrar el medio de matarse " [26].

            Para Séneca, la educación debe de enseñar a los hombres a morir, en lugar de enseñarles a matar, pues es más honroso morir. Hay muchos caminos que nos llevan a la muerte, pero la muerte, la meta última, siempre es segura. La razón enseña si es posible, a morir sin pena, pero si no es así, por ventura enseña a no esperarla; se puede apresurar el ritmo que nos lleva a la muerte.  Séneca nos enseña que " es vergonzoso vivir de lo que se sustrae; pero sustraer para morir es una de las más bellas acciones " [27].

 

III.      EL SUICIDIO: " UNA VENTANA ABIERTA A LA LIBERTAD"

 

            La muerte elegida libremente, es independiente de todo lo externo a la decisión individual, no hay que pretender darle cuenta a nadie, ni siquiera a los afectados por mi ausencia. La muerte voluntaria es un asunto meramente personal, no debemos darle cuenta a nadie más que a nosotros mismos. No hay un valor moral a priori absoluto que censure mi proceder, soy dueño de mí mismo y de mi vida, y puedo serlo también de mi muerte. Séneca nos alerta de que no faltarán quienes " haciendo profesión de sabiduría, os dijeran que no es lícito atentar contra la vida propia, que es un crimen destruirse, que es un deber aguardar el término que la naturaleza nos prescribe. Los que así hablan, no ven que cierran la puerta a la libertad " [28]. 

            La razón para no quejarse de la vida es que ella no retiene a quien no quiera estar más en ella; incluso, la vida misma nos brinda los instrumentos para desembarazarnos de ella.

 

 

IV. LOS FILÓSOFOS DE LA VIDA Y EL SUICIDIO

 

SHOPENHAUER Y LA NEGACIÓN DE LA VOLUNTAD DE VIVIR.

 

            Todo el mal que hay en el mundo, para Shopenhauer, proviene de la voluntad de vivir, en donde se manifiestan el odio, el egoísmo, la autoafirmación y los conflictos humanos.

¿Cómo desembarazarnos de todo esto que nos descuartiza? ¿Por medio de una moralidad, que para ser tal implique el rechazo de la voluntad de vivir? ¿Cómo definir tal rechazo? ¿Acaso significa negarse a sí mismo?

            Recordemos que Shopenhauer parte de que la vida es un crimen que arrastramos desde el primer momento de la existencia, por ello es nuestro pecado original, el cual se expía solo mediante el sufrimiento y la muerte. Para él, la vida es dolor y la voluntad de vivir es el principio del dolor. El querer nos remite al deseo y el desear implica la ausencia de lo que se desea, y por ello es dolor. La vida es entonces un esfuerzo perpetuo en vías de vencer el sufrimiento, pero una vez que alcanza su objetivo, este se amplía hasta el fin de su propia vida, pues la satisfacción del deseo y de la necesidad engendra un nuevo deseo o una nueva necesidad. De aquí se deduce que la satisfacción es momentánea y nunca definitiva. Para Shopenhauer, en razón de este absurdo, este mundo es " el peor de los mundos posibles", tesis contrapuesta a la de Leibniz quien decía que este mundo es el " el mejor de los mundos posibles."

            En tanto que la vida misma es un crimen, la moralidad si fuera posible, se expresaría únicamente como un rechazo de la voluntad de vivir, que significaría irremediablemente apartarse de ella; y la justicia " estimula también la negación de la voluntad de vivir, pues la necesidad y el dolor, que son el destino de la vida, nacen de la vida misma y nos impulsan a la renuncia " [29]. ¿Cuál es la salida a toda la miseria que presenta la vida?           ¿Acaso la castidad voluntaria, la pobreza y la mortificación del yo? Shopenhauer " alaba a quien se entrega a la muerte para salvarse de la esclavitud de la voluntad " [30]. Pero, ¿éste entregarse a la muerte que implica? ¿Cómo debemos entenderlo? Shopenhauer en su obra " El mundo como Voluntad y Representación ", manifiesta: " El único fin que podemos señalar a la existencia es el de convencernos de que valdría más no existir. Esta es la más importante de todas las verdades y es necesario proclamarla, por contradictoria que sea con las opiniones que dominan actualmente en Europa " [31].  Entonces, si vale más no existir, pareciera ser que el suicidio sería el más grande acto moral, pues ve en la supresión de la voluntad de vivir el único acto auténtico de libertad que le es posible optar al hombre, sin embargo, rechaza también el suicidio, " pues la negación de la voluntad consiste no en que se tenga horror de los males de vida, sino en que se detesten sus gozos. El " que se da muerte quisiera vivir; sólo está descontento de las condiciones en las que le ha tocado vivir " [32].

 

            Según Shopenhauer, el suicidio no es más que un acto de sumisión a la voluntad, nunca su negación. Para él, el suicida lleva a cabo su acto, solo para librarse de sus males, pero si pudiera eliminar sus males en vida, lo haría gustosamente. El suicidio " no es una negación de la voluntad, sino una enérgica afirmación de la misma"... el suicida " destruye pues, el fenómeno de la vida, su cuerpo, pero no la voluntad de vivir, que por ello mismo no queda afectada o disminuida con su gesto " [33].  Por consiguiente, la negación y la renuncia a vivir han de adoptar una forma que no sea el suicidio.

 

NIETZSCHE Y EL APEGO A LA TIERRA

 

            A pesar de su amor por la tierra, por su apego a lo terrestre, Federico Nietzsche no censura del todo al suicidio, y en contraposición a lo que piensan algunos exegetas del pensamiento nietzscheano; en cambio pareciera en ciertos pasajes aprobarlo. Y para sustentar esta tesis, mencionaré algunas citas recopiladas de los aforismos nietzscheanos:

 

 -  " Yo quiero predicar el pensamiento que dará a muchos el derecho a suprimirse" ...

- “¡Consuelo para los que sucumben! Considerar su pasión como una mala jugada de lotería. Tener presente que la mayor parte de los jugadores tienen que perder. Que el sucumbir es tan útil como el devenir. Nada de arrepentimientos: el suicidio es más breve"...

-  " Morir de un modo altivo, cuando no es ya posible vivir dignamente. La muerte elegida voluntariamente, la muerte en tiempo oportuno, con claridad y serenidad "... 

- “El suicidio como medio usual de morir: nuevo orgullo del hombre que fija su fin e inventa una fiesta: el morir" ...

-  " Cuando un hombre se suprime hace la cosa más digna del mundo: Con ella casi merece vivir"...

-  " Se debe vivir de modo que se tenga en el momento oportuno, la voluntad de morir"...

-  " Hay un derecho que nos permite quitar la vida a un hombre; no la hay para que le quitemos la muerte: esto es pura crueldad " [34].


      Y en «Así Habló Zaratustra», cuando Zaratustra promulga la buena nueva, le dice a los que tienen oídos para escuchar sus palabras lo siguiente:

 

" La muerte que yo os predico es la mía, la muerte voluntaria, aquella que llega a mi porque yo la quiero " [35].

 

SARTRE Y LA ELECCIÓN

 

            Sartre concibe el suicidio como una salida, como una elección. El optar o no optar por el suicidio es una decisión absolutamente individual. Sin embargo, hemos de aceptar que, en ninguna de sus obras, Jean Paul Sartre habla directamente del suicidio; nada más deja el problema como una elección; ejemplo de ello lo podemos ver en " Muertos sin sepultura" cuando Sorbier abriga la idea de suprimirse por miedo al dolor físico que sufrirá por la tortura, y por miedo a la subsiguiente posibilidad de traicionar a sus compañeros. Un estudioso de las obras sartreanas como lo es Walter Biemel, nos dice en relación con el proyecto de Sorbier: " En el momento del trance, Sorbier no se engaña a sí mismo; porque conserva la libertad de no mentirse; porque tiene el valor de sustraerse a la tortura y a la posible confesión a través de la muerte. Con este acto demuestra en definitiva que él es dueño de su cuerpo " [36].


            Podemos ver que, por la temática filosófica del pensamiento de Sartre, el suicidio no es más que una elección. El hombre es libre, está condenado a elegir, eligiéndose elige a los demás. Y mientras el hombre es más libre, más responsable es de sus actos y del resto de la humanidad.


            El ser humano está obligado a hacerse. Su vida puede ser un éxito o un fracaso, y en cualquiera de los dos casos él eligió su destino; por ende, si deseo concluir con mi existencia, puedo hacerlo porque soy libre; y una vez muerto, soy mi pasado. El hombre elige seguir viviendo o dejar de vivir.

 

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V.     MI MUERTE VOLUNTARIA

 

             Hay hombres que se quitan la vida; esta es una gran verdad. No importan las razones, lo importante es el acto. En algunos, la cultura o la sociedad en la que viven. actúa como fuerza generadora. Unos se matan por un gran ideal, otros porque no tienen ninguno. A pesar de lo que diga Durkheim, el suicidio nunca es enteramente obligatorio -aunque actúe en el suicida un agente externo- pues, si fuese así, sería una nueva especie de homicidio, lo que es absurdo. Hay quienes se suprimen porque están cansados de vivir, bien porque no soportan más la carga de su existencia sobre la cual no tienen poder o bien, porque han sabido vivir y quieren “descansar”.  Pero también hay quienes se aniquilan en un arrebato de pasión, odio, celos o desesperación. No todos meditan su muerte, pero los hay aquellos que reflexionan antes de salir de ella. Bajo la meditación o no, la elección es enteramente inmanente.

 

            El suicidio podrá ser un acto egoísta pero nunca inmoral ni mucho menos antinatural. Y su fracaso, por lo tanto, no debe de ser castigado judicialmente, pues no existe valor a priori alguno que castigue el intento. El hombre es libre y con la elección de sucumbir reafirma así la supremacía sobre sí mismo. Lo cierto es que es inútil valorar o desvalorar el suicidio, como salida de esta vida. El optar o no optar por la muerte elegida voluntariamente es una decisión absolutamente individual.

 

            Albert Camus sostenía que si tenemos que morir no es justo que nos adelanten la muerte. Bien se puede aceptar esto, pero ¿hemos de afirmar también que no es justo que nos adelantemos la muerte ?, ¡perfectamente puedo adelantarme la muerte !, ¡es justo que haga con mi vida lo que se me antoje !, ¡el suicidio puede ser una salida muy sana!...

            Puedo no encontrarle valor a mi vida, a como Camus la encontró en la suya, y por ello llegar a una concepción y conclusión distinta a la de Camus; y encontrar mi propio resultado lógico a pesar de que me funde sobre la misma premisa de que la vida no tiene sentido. Acuérdese que el sentido de la vida no es lo mismo que el " valor " que yo le doy a la mía, y entonces, a partir de aquí, no hay valor moral universal sobre el cual yo tenga que dirigir mi vida, al menos que sea por razones " utilitarias".

 

            Gritaré ahora que puedo otorgarme el favor de librarme de la existencia; pues algo que no le puedo reprochar a la vida, es que ella misma le brinda a uno, los medios para divorciarse de ella. Antes de suicidarme, puedo alzar mi voz y decir: ¡Me mato porque más no quiero existir!

 

¿Y qué me importa si el suicida tiene o no esperanza en el más allá ?, una vez muerto nada importa, el hombre no es más que un pasaje que se mantiene en esta vida mientras pueda o mientras quiera. La muerte no es nada, ella es un estado que nadie conoce: Nadie ha muerto o resucitado para contarlo.

 

El suicida no es un cobarde, ha de necesitar mucho valor para aniquilarse., más valor que para matar a otro.

 

 

APÉNDICE

                Los guerreros daneses, estaban de acuerdo que era una vergüenza morir de vejez o de enfermedad, por eso se suicidaban. Los Visigodos tenían una gran roca que era conocida como " La Roca de los Abuelos ", que desde gran altura los viejos que estaban hartos de vivir se lanzaban. Se dice que también los Tracios y los Hérulos tenían la misma costumbre. Cuenta Silvio Itálico que los Celtas prometían una " mansión de delicias " a los suicidas y un " espantoso subterráneo " a los que morían de vejez o enfermedad. En la India consideraban lo mismo. En lo que a los Vedas se refiere, Quinto Curcio dice: " Existen entre ellos una casta de hombres salvajes y groseros, a los que dan el nombre de sabios. A sus ojos es una gloria prevenir el día de la muerte y se hacen quemar vivos en cuanto su avanzada edad o la enfermedad empieza a molestarles. La muerte, cuando se la espera, es, según ellos, el deshonor de la vida "[1]. En Ceos, los ancianos se reunían en un solemne festín, en donde coronados con flores, bebían la cicuta. " Aparte de los viejos, se sabe que, en esos mismos pueblos, las viudas están a menudo obligadas a matarse al fallecimiento de sus maridos " [2]. En la India, cuando fallece un príncipe o un jefe, sus servidores están obligados a no sobrevivirle.  En los funerales de los jefes o príncipes, - según Henri Martín- “eran sangrientas hecatombes; allí se quemaban solemnemente sus trajes, sus armas, sus caballos, sus esclavos, a los que se unían los secuaces que no habían muerto en el último combate " [3].

                En los Achantes, una vez que el rey perecía, sus oficiales tenían la obligación de morir. Este caso se encontró en Hawai, según algunos observadores. En estas sociedades que hemos mencionado, se ve que el tipo de suicidio era un suicidio altruista (bajo el enfoque de Durkheim); tan altruista a veces, que los bárbaros de la Galia y de la Germania, se daban la muerte con gran tranquilidad. Y casos aún más sorprendentes: había Celtas que se comprometían a dejarse matar por vino o por dinero e incluso, había otros que presumían no alejarse de las llamas de algún incendio ni ante las olas del mar.

                En Polinesia, muchas veces una pequeña ofensa puede conducir a un hombre al suicidio. Entre los indios de América del Norte, un problema conyugal o un impulso de celos, son suficientes, para que un hombre o una mujer se aniquilen. En los Dacotas, en los Brecks, el menor desengaño conlleva muchas veces al suicidio.

Si de suicidios se trata, recordemos con qué facilidad los japoneses se abren el vientre por el motivo más insignificante. " Hechos análogos se observan en China, en Cochinchina, en el Tíbet y en el Reino de Siam "[4].

 

                En todos estos casos, el hombre se mata porque es una virtud no tener apego a la vida. Se elogia a quien renuncia a ella por cualquier razón o por simple alarde. " Se confiere una prima social el suicidio que, por eso mismo, se ve alentado, y el rehusar esta recompensa tiene, aunque en menor grado, los mismos efectos que un castigo propiamente dicho " [5] .

 

                En la leyenda posthomérica, el héroe Áyax era considerado por Ulises, como un hombre noble y valeroso. Áyax, el héroe del suicidio, consideraba que “la vida no merece ser vivida después de la degradación a que le ha llevado su rapto de locura." [6].

                En la poesía yámblica (creada por Arquíloco) se manifiesta una gota de pesimismo. Incluso, Simónides   " ve a la vida rebosar de tanto mal que el suicidio se le hace comprensible " [7].

                Hay quienes comparan a Sócrates con Aquiles, porque Sócrates es un " mártir de la verdad ", el cual serenamente acepta el " naufragio de la muerte." Lasso de la Vega declara que" La Apología platónica, el Critón, el Fedón, abunda en declaraciones en este sentido. El sabio es, ante todo, el hombre que sabe morir, sea que escoja voluntariamente la muerte, sea que la acepte del tirano, sea, en fin, que la acoja serenamente como el término normal de todo humano destino " [8].

                El último representante de los Cirenaicos, Hegesías, era considerado como el filósofo del pesimismo, ya que para él la felicidad era imposible. Hegesías, en su obra, " El desesperado" nos cuenta de un hombre que daba cuenta de los males de la existencia, mientras sus amigos intentan disuadirle de que lleve a cabo el suicidio por inanición. " Hegesías expuso esos males tan eficazmente en discursos públicos pronunciados en Alejandría que muchos de sus oyentes se decidieron a suicidarse. Por eso le llamaban Peisithánatos, el que aconseja la muerte, y el rey Ptolomeo Filadelfo le prohibió que continuara con sus conferencias y cursos" [9].

                Epicteto nos cuenta del diálogo postrimero, que tiene Vespasiano con Helvidio Prisco: " Tú cumplirás con tu papel y yo con el mío. Tu papel es hacerme morir; el mío, el de morir sin temblar " [10].

 

 

 

 

REFERENCIAS

 


[1] Originalmente impreso como: Pensamientos de la Muerte: El Suicidio. 2003, Revista “Hoja en Blanco, n°1., Editorial Aire en el Agua editores, s.a., San José, Costa Rica.

[2] Díaz Sánchez Lorenzo, en la introducción de El Suicidio, de Emile Durkheim. p. XII, XIII.

(*) Durkheim realiza su estudio comparativo, en varias sociedades europeas.

[3] Durkheim, Emile:  El Suicidio.  p. XIV.

[4] Ibidem; p. 226.

[5] Ibid., p. 229.

[6] Ibid.,  p. XV

[7] 0p, cit .,  p. 311

[8] Ferri, Enrique: Homicidio - Suicidio.  p. 263.

[9] Ibidem; p. 264.

[10]  Ibid., p. 265.

[11]  Ibid., p. 265

[12] Camus, Albert: El Mito de Sísifo. p. 14.

[13] Ibidem; p.15.

[14]  Ibid., p. 16

*  Reforcemos la aseveración: hablamos aquí estrictamente de aquellos que "negaban un sentido a la vida", en contraposición al "valor de la vida" como es el caso de Nietzsche y otros.

[15] Ibid., p. 17

[16] Op, cit., p.65

[17] SENECA. Obras Escogidas. París, Casa Editorial Garnier Hermanos. p. 75

[18] Ibidem; p. 76.

[19] Ibid., p. 77

[20] Ibid., p.81

[21] Op, cit; p. 98

[22] Op, cit; p. 98.

[23]  Op cit; p. 192.

[24]  Op, cit; p. 234

[25]  Op, cit; p. 238.

[26] Op, cit; p. 239

[27]  Op, cit; p. 341.

[28] Op, cit; p. 236

[29] SHOPENHAUER, Arturo: El Mundo como Voluntad y Representación. p. 226.

[30]  COPLESTON, F: Historia de la Filosofía. p. 224

[31]  SHOPENHAUER, Arturo: El mundo como Voluntad y Representación; p.227.

[32]  PHILONENKO, Alexis: La Filosofía en el siglo XIX. p. 85

[33]  ABBAGNANO, Nicolás: Historia de la Filosofía. p. 135.

[34]  NIETZSCHE, Federico. Aforismos. p. 175-176-177.

[35]  NIETZSCHE, Federico: Así habló Zaratustra. p. 112.

[36] BIEMEL, Walter: Sartre. p.100.

 


REFERENCIAS DEL APÉNDICE

[1] Durkheim. El Suicidio.  p. 225.

[2]  Ibidem; p. 226.

[3]  Citado por Durkheim. p. 226.

[4] Ibid., p. 230

[5] Ibid., p. 231.

[6] Lasso de la Vega, José. Ideales de la Formación Griega. p. 215.

[7] Nestle Wilhelm: Historia del Espíritu Griego. p. 47.

[8] Lasso de la Vega, J: Ideales de la Formación Griega. p. 216.


[9]  Nestle, W.: Historia del Espíritu Griego.  p. 269.

[10]  Lasso de la Vega: "Ideales de la Formación Griega. p. 217

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

 

Ø  ABBAGNANO, Nicolás: Historia de la Filosofía, Tomo III; Montaner y Simón, S.A. Barcelona, 1973.

Ø  BIEMEL, Walter: Sartre; Salvat Editores, S.A. Barcelona, 1986

Ø CAMUS, Albert El Mito de Sísifo. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires.

Ø COPLESTON, F.: Historia de la Filosofía; Editorial Ariel, S.A., Barcelona.

Ø DURKHEIM, Emile: El Suicidio. Akal Editor. Madrid, 1976.

Ø FERRY, Enrique: Homicidio-Suicidio; Madrid, Editorial Reus, S.A., 1934.

Ø LASSO DE LA VEGA: Ideales de la Formación Griega. Ediciones Rialp, S.A., Madrid.

Ø  NESTLE, Wilhelm: Historia del Espíritu Griego; Ediciones Ariel, Barcelona, 1961.

Ø  NIETZSCHE, Friedrich: Aforismos; Colección Mundial Rueda. Buenos Aires, 1986

Ø  ___________________: Así Habló Zaratustra; Bruguera- Libro Clásico, Barcelona, 1984

Ø  PHILONENKO, Alexis: en " La Filosofía en el Siglo XIX"; de editores Siglo XXI              Historia de la Filosofía.

Ø  SÉNECA. " Obras Escogidas ". Tomo I; París. Casa Editorial Garnier Hermanos.

Ø  SCHOPENHAUER, Arthur. El mundo como Voluntad y Representación; Aguilar, Madrid.

 ICIDIO[1]


 

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